jueves

Costumbres Argentinas

Parece mentira. Espero que lo sea. Los argentinos estamos acostumbrados a diversas cuestiones que en gran parte no son ciertas o sobre las cuales no buscamos la verdad. Las damos por sentado, como por entendidas. Como si el esfuerzo por conocerlas profundamente no valiese la pena.

La realidad es una sola, pero habitualmente existen un sinnúmero de aristas por donde abordarla.

Para los mayores, todo tiempo pasado fue mejor. A los jóvenes de hoy no les interesa nada, total ellos no pueden participar y aunque lo hicieren, nada cambiaría. Los adultos, esa generación callada y apagada por el terrorismo de Estado, aplican sin razonamiento previo la detestable frase “no te metás”. Y finalmente, los que estamos dejando la juventud, para entrar en la adultez, andamos desencontrados. No nos queremos encuadrar con ninguno de los anteriores. Queremos conocer el pasado, pero lo hacemos sin compromiso. Queremos participar activamente, pero no podemos unirnos y terminamos sin fuerzas suficientes. Por último, abandonamos el barco, inclusive antes de zarpar.

En medio de toda esta mediocridad, miramos una televisión cada vez más inescrupulosa; leemos poco y nada (¿alguien recuerda lo que es la literatura?); nos informamos con periodistas y medios tendenciosos formadores de opinión; desconfiamos de todo el mundo, cada vez más y poseemos juicios de valor fundados, cada vez menos.
Además, nos creemos los mejores. Endeudamos el país, hipotecamos nuestro futuro, cometemos los actos más irracionales para luego no pagar, no cumplir y culpar a otros. Nos quejamos de todo y de todos, pero no tenemos una sola idea, ni la voluntad de hacer algo por alguien.

Todas las generalizaciones son malas. Pero éstas están particularmente escritas en forma deliberada, casi artera. En realidad pretende convertirse en un gigante despertador capaz de levantar los espíritus de bien, inclusive los más remolones. Para que al despertarse, no sólo prevalezcan por sobre las características descriptas anteriormente, sino además para que sean abanderados de un cambio necesario.

Toda revolución implica un cambio de paradigmas. Es tiempo de la revolución de ideas. De las buenas, de las loables, de las sencillas pero efectivas, de las oportunas, de las desinteresadas en lo individual que se convierten en interesadas por todos.

Todos necesitamos a todos y de todos. Conocer y entender el pasado, ayuda a cambiar el presente para construir un futuro.

Mayo 2004.


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