sábado

El Pensador Vigente

Horacio, un pensador cuyas reflexiones parecen ser de nuestro tiempo. Sus consejos sobre la escritura pueden aplicarse a cualquier texto, sin importar su género. Su Arte Poética resulta, hoy, pertinente.

Horacio fue un poeta y pensador latino. Nació en la ciudad de Venusa en el año 65 A.C. Hace mucho tiempo, realmente. Sin embargo, al leer sus reflexiones sobre la expresión escrita, nos da la sensación de encontrarnos ante las ideas de un intelectual contemporáneo. Seguramente Horacio no imaginó que, en el siglo XXI, los consejos de su Arte Poética nos resultarían tan pertinentes. Por ejemplo, Horacio aconsejaría a nuestros estudiantes, periodistas y ensayistas:

“Vosotros, los que escribís, tomad un tema adecuado a vuestras fuerzas y sopesad largo tiempo qué rechazan vuestros hombros y qué pueden soportar. Al que haya elegido un tema proporcionado a sus posibilidades, nunca le faltarán las palabras ni claridad de orden.”

Al “sopesar” la fuerza de nuestros hombros con respecto a un tema, sabremos si necesitamos estudiar e investigar antes de comenzar a escribir. Y una vez terminado el texto, antes de que el escritor lo publique, Horacio le advertiría:

“... reprobad el poema que ni el mucho tiempo ni las muchas tachaduras corrigieron ni, hasta la perfección de sus detalles, retocaron cien veces.”

Podemos aplicar esta enseñanza a cualquier texto no importa a que género pertenezca: una receta de cocina, un mail, una nota sobre la repisa, todos ellos cumplirán su misión si son claros y precisos. Es necesario releerlos y corregirlos. Una buena ayuda para evaluar nuestros textos es la opinión de algún allegado de confianza. Sin ir más lejos, Horacio compartía sus poemas con su amigo Quintilio:

“Si a Quintilio le leías algo en voz alta, 'corrige esto, por favor', decía, 'y esto'. Si negabas que podías hacerlo mejor, que ya lo habías intentado en vano dos o tres veces, ordenaba eliminar los versos mal forjados y devolverlos al yunque. Si preferías defender lo defectuoso antes que cambiarlo, no dedicaba una sola palabra ni una inútil molestia más para evitar que tú, solo y sin rival, te amases a ti y a tus cosas.

Un hombre bueno y competente criticará los versos flojos, rechazará los duros al oído; con su pluma, oblicuamente, tachará los desaliñados con una raya negra; recortará los adornos superfluos; te obligará a esclarecer los poco claros; censurará lo que está expresado con ambigüedad; indicará lo que debe cambiarse. (...) y no dirá: '¿por qué voy a ofender a un amigo por tonterías?' (...)”.


Queridos lectores, tal vez alguno de ustedes se identifique en las palabras de Horacio, en los consejos de Quintilio. Les confieso que yo misma corregí una y otra vez estas palabras que leen ahora. Así mi escritura se transforma en una búsqueda para llegar a ustedes, encontrarlos y que me entiendan. Y si lo lograra, no sería poco.

Andrea Geslin - Abril 2006


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