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Mujer: Un Cuerpo Espectador

El parto y el nacimiento, un acontecimiento íntimo y social, biológico y natural, del cual la mujer es la principal protagonista, quien debe hacerse cargo y responsable de la manera en que desea traer a sus hijos al mundo.

La lucha que vienen dando muchas mujeres, y también hombres, en favor del respeto de los géneros y en contra del poder patriarcal particularmente, ha logrado, sin duda, muchas conquistas políticas, sociales y familiares, por caso las leyes de Cupo, de Reproducción y de Violencia Familiar, entre otras tantas. La instauración del Día Internacional de la Mujer deviene de una serie de antecedentes de mujeres en lucha, manifestándose en contra de la guerra, por mejores condiciones de trabajo, por la equiparación de oportunidades, por la igualdad de derechos, por el respeto de los cuerpos. Un largo recorrido que se viene gestando con grandes y pequeños pasos, con avances y retrocesos, pero lo importante es que continúa cami-nándose. Sin embargo, para muchas mujeres el derecho a su autonomía, el poder de decidir sobre ellas mismas, sobre sus cuerpos y sus espíritus sigue siendo una utopía. Basta con saber que en países como India, Jordania, Siria, entre otros, está permitido y hasta fomentado que maridos y hermanos maten a sus mujeres cuando ellos consideran que su reputación se vio afectada.

Me pregunto qué sucede en las culturas occidentalizadas, donde reina la “democracia” y la libertad de expresión, con la tan proclamada emancipación femenina, cuando el cuerpo de la mujer es exhibido como mercancía dentro de un contexto donde la carrera hacia la hiper belleza muchas veces sacrifica y aprisiona, no tan sólo a su cuerpo sino también a su espíritu de ser mujer. El género femenino queda atrapado en el artilugio ideológico de una falsa libertad. Pero es en el acontecimiento de un hecho trascen-dental en la vida de las personas donde más percibo que las mujeres, y también hombres, son silenciadas, enajenadas de su subjetividad, donde los cuerpos y las sensaciones son literalmente anestesiadas, perdiendo toda capacidad y potencial de su libre elección de cómo vivenciarlo. Me estoy refiriendo al parto y al nacimiento, un acontecimiento íntimo y a la vez social, biológico y natural, en el cual la mujer es la principal protagonista. Desde hace unos siglos el acto de parir ha quedado bajo la órbita de la práctica médica, que en su afán de controlarlo y dominarlo, no sólo ha despersonalizado, desexualizado y objetivado a la mujer, sino que a través de sus intervenciones, hoy rutinarias e indiscriminadas, ha ido sustituyendo procesos naturales con los que ha sido dotada la mujer y que la habilitan para transitar esta experiencia vital. Ejem-plos son el uso de oxitocina sintética (hormona que la mujer produce de ma-nera natural); manejo de los tiempos, induciendo los partos; ubicación de la parturienta de una forma determinada, sin permitirle que el conocimiento que sólo ella maneja de su cuerpo le vaya indicando instintivamente cuál es la mejor postura para parir. Entonces, ritmos naturales, saberes previos e instintos han sido inhibidos, despojan-do a la mujer de sus propios recursos quedando, su cuerpo apto para ser tomado por otros -los que sí saben- y harán por ella. Pareciera que la obstetricia, sólo prefigura su accionar al acto de sacar industrialmente y en serie a los niños al mundo. De esta manera se acalla y hasta invalida el registro que la propia especie va configurando acerca de su reproducción, donde ya no quepan las emociones, las voces, los libres movimientos. Con esto queda claro la noción de mujer objetivada, para el médico ella es solamente un cuerpo mudo y adormecido. Así, dócil es más fácil, seguro y rápido de trabajar. Siendo ya un cuerpo-objeto, la persona ha sido despojada de su derecho a decidir libremente sobre ella y manifes-tar sus deseos y convicciones. Esta misma idea nos habla de la despersonalización padecida, pues al ser un cuerpo que no habla, no siente y no decide, nada importa acerca de su historia personal y familiar, de sus experiencias y vivencias que lo hacen particular. Esto mismo justifica el uso indiscriminado de las prácticas médicas para conducir y gobernar el parto, valiosas y necesarias en un contexto de riesgo (10% de los partos).

Este mismo cuerpo es desexualizado al ser rasurado, clave para la segura episiotomía a realizar, y acostado con las piernas abiertas, expuesto frente a todos los que allí se encuentran sin respetar la intimidad que el mismo hecho requiere. Además la mujer queda sometida, gracias a los cinturones del monitoreo fetal y el goteo colocado que la inmovilizan, al deseo del otro y se convierte en mera receptora de intervenciones, muchas veces innecesarias y portadoras de complicaciones que exigen más intervenciones. Todo esto no sucede sin la delegación que hacemos en la medicina, justificando así un único modelo fiable de atención, el rutinizado, medicalizado y tecnologizado, y agregaría endiosado, que presenta a un profesional aséptico, controlado y seguro, fachada perfecta para no involucrarse con sus propias angustias, emociones, ansiedades, condimentos inherentes al acontecimiento de parir. Pareciera entonces que la rutina y la programación del parto tienen que ver más con lo cómodo que resulta para la vida moderna de médicos y parejas apurados, temerosos y sobrecargados de actividades que con vivenciar un hecho biológico, instintivo y emocional, tan desafiante y trascendente, que exige un gran compromiso de todos los participantes. Si a la mujer se le habilitara un contexto de plena libertad e intimidad, tendría la posibilidad de manejar su cuerpo y conectarse con sus impulsos, deseos y sensaciones físicas, quedando en un plano de igualdad frente a los otros. En cambio, es tratada como una paciente y no se la reconoce como sujeto capaz, activo y de derecho y se le niega la oportunidad de recrear y transitar, según sus posibilidades, sus recursos y experiencias, la forma de dar a luz.

Me vuelvo a preguntar qué pasa con la autonomía femenina. ¿Qué es la mujer en el parto? ¿Un sujeto de derecho, capaz de vivir su propia experiencia o un objeto sujetado? Será cuestión de que la comunidad médica se interrogue sobre sus prácticas, pero también es necesaria y urgente la interpelación de las propias mujeres a los profesionales que asisten, no delegando más sus saberes ni su cuerpo, haciéndose cargo y responsables de la manera en que desea traer a sus hijos al mundo. Claro que decidir atravesar una experiencia donde se pone en juego el dolor, el placer, los miedos, las capacidades y potencialidades, implica un arduo trabajo y una mayor dedicación y puesta de energía, que no sólo no sugiere un acto individualista, sino un compromiso solidario con tantas mujeres que padecen la opresión de género, como también la opresión socioeconómica de un sistema global.
Históricamente, a quienes les toca en suerte pensarse idealmente, y al hacerlo trastocar los valores cristalizados de una sociedad rutinizada, deben doblegar un camino amurallado. Cuestión que requiere de una enorme valentía e información. Las verdades estáticas de los profesionales que detentan poder no se socavan fácilmen-te, la inquisición del saber siempre está alerta para quemar lo que pone en peligro sus cimientos, para salvarse de la pena se debe no preguntar, no intervenir, no cuestionar, callar y agradecer.

En la medida que comencemos a comportarnos responsablemente, y que decidamos afrontar una forma más natural y respetuosa de traer a nuestros hijos al mundo, creo que nos estaremos dando la posibilidad de crear y recrear nuevas relaciones, más solidarias, más fraternales, más amorosas, más igualitarias, pilares de la construcción de un mundo mejor para todos.

Este artículo va dedicado a todas las mujeres y hombres que luchan, a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, a las madres del dolor, a las mujeres indígenas de esta tierra y a su sabiduría ancestral, a las parteras y obstetras que trabajan con sus cuerpos y emociones, respetando la singularidad y los tiempos de cada mujer, a mis amigas que han sido madres, y a mis amigas y a todas las mujeres que están transitando la maravillosa aventura de gestar vida, que como yo, que llevo seis meses de aventurarme junto a Javier en el empollamiento de Dulzurita, nuestro bebé.

Verónica Spinazzola - Marzo 2005.

Bibliografía consultada y por lo tanto recomendada:

Burgo, Carlos: Parir con pasión. Escenarios, escenas y protagonistas del parto y del nacimiento. Ed. Longseller. Bs As. 2004.
Dando a luz, material informativo por el derecho a un embarazo, parto y nacimiento respetados y seguros
Fernández del Castillo, Isabel: La revolución del nacimiento. En busca de un parto mas humano y menos traumático. Ed. EDAF. Madrid. 1994.
Odent, Michel: El granjero y el obstetra. Ed. Creavida. Bs AS. 2002.



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