sábado

Sólo fue un Susto

“¡La bocina! ¡La bocina...! ¡Llega papá!”
Violeta deja la revista que estaba mirando y sale corriendo para ir a recibirlo.
Ya está anocheciendo, a la entrada del negocio, como siempre: caballos, carros, jardineras y sulkis.
Algunos gringos que han estado esperando mercadería salen afuera del negocio, para comprobar aliviados el arribo de Quinteros.
La niña pasa entre ellos casi sin ser vista. Su padre ha frenado el camión para que saquen una jardinera de la entrada. Entonces aprovecha y de un salto se trepa al estribo del vehículo. Pero su padre no la ha visto y arranca nuevamente, con el impulso y tomada por sorpresa cae al suelo debajo de una de las ruedas del camión.
-¡Cuidado! ¡Pará Quinteros! -Comienzan a gritar los paisanos.
El padre frena nuevamente. Los que estaban jugando al truco o tomando una copa han salido curiosos.
Doña Carmen cierra los ojos y se deja caer en su silla detrás del mostrador, no para descansar sus piernas, sino porque está temblando y ruega:
-¡Dios mío! ¡Mi nieta!
La confusión y el pánico se apoderan de la mayoría, nadie se atreve a ir a buscar a la niña. ¡Sí! Alguien de su sangre grita:
-¡Carlos! Da marcha atrás que yo la saco.
Es el abuelo Feliciano. El único del montón que se acerca para sacarla de abajo de las ruedas del camión.
Mamá Ani ha escuchado: “A violeta la pisó el camión de Quinteros.”
Entonces ha escapado hacia el jardín, ha salido afuera desesperada y se ha puesto de rodillas en uno de los senderos, elevando los ojos llenos de lágrimas hacia el cielo, sollozando, mientras balbucea:
-¡Dios mío! ¡Qué no sea verdad, qué no quede estropeada mi nena! ¡Mi nena!
Mientras tanto abuelo Feliciano alcanza la nieta a su hijo. Todos están expectantes. El padre, con su sentido optimista de la vida, formula con voz alta y clara, dando alivio:
-¡No ha pasado nada! ¡Sólo fue un susto!
Entra con Violeta en brazos al negocio, la niña llora asustada, dolorida por su pierna que fuera mordida de costado, la rueda no tocó el hueso pero dejo sus marcas de dibujo romboidal selladas en la carne magullada.
El rostro de Quinteros está más rojo que un tomate, sus negros ojos centelleantes de emoción, sus fuertes brazos con las muñecas temblorosas.
Va hasta la galería, se sienta en una silla de hierro pintada de amarillo y revisa las piernas de su hija, mientras ordena:
-¡Leoni! ¡Una palangana con salmuera!
En ese momento regresa la madre llorando mientras dice:
-¡Carlos! ¡Carlos! ¿Qué pasó?
-Nada mujer... No seas tan floja... Solamente la pierna derecha, la mordió la rueda y fijate los dibujitos que le ha marcado.
Mamá Ani mira emocionada a su hija, se abraza a los dos. Leoni alcanza las compresas de salmuera y los tres la atienden, la miman, mientras mentalmente dan gracias a Dios porque sólo fue: un susto con mayúsculas.

Violeta Quinteros - Abril 2006
del libro Campo y Cielo, relatos de infancia.
Colección Umbrales Nro. 11 - Santa Fe 2005.

  • Volver al sumario
  • No hay comentarios.: