sábado

Un Pasado con Huellas Presentes

Una represión escalofriante con consecuencias que llegan hasta nuestros días. Hijos de desaparecidos y familiares que hoy continúan su búsqueda. El colapso socioeconómico, artero, ha dejado terribles secuelas.

Todas las civilizaciones siempre han tenido a lo largo de la historia de la humanidad, si no temor, respeto por el futuro. Se ha recurrido a oráculos, dioses, horóscopos o la observación de la naturaleza y sus ciclos, a libros sagrados, etcétera. La ciencia-ficción, más contemporánea a nosotros, también ha hecho su aporte imaginativo de posibles futuros, apocalípticos en muchos casos, como utópicos-maravillosos en otros. Cómo no recordar la existencia de ese botón rojo (por ponerle un color) que al accionarse se devoraba todo al instante, incluidos nosotros. Un pulgar, un accionar de botón, daba terminada la Segunda Guerra Mundial. En Hiroshima, se lanzó un porcentaje de la amenaza mundial contemporánea contra nuestra especie, nacía con ello el orden mundial del Dios Pulgar, al que es preciso no hacer enfadar. Ante esta aterradora perspectiva, se nos enseñaba que la Luna podría ser un lindo y seguro barrio donde refugiarse, claro que vivirían allí, juntos, sólo los mejores alumnos. A los pecadores, dicen, siempre les espera el infierno, la cárcel, la tortura, el miedo. Sin embargo, también el “no te metás”, la indiferencia, o el silencio, son códigos cómplices que abarrotan con lento sufrimiento y que no construyeron, ni construirán nunca, paraísos, ni utopías maravillosas.

La historia sintonizada con el poder siempre habla de grandes conquistadores e imperios, esas manos que labran el futuro desde la peor capacidad del ser humano como es la destrucción de sí mismo. Un desarrollo humano con esta tipología necesita de muchos sacrificios humanos, que se enseñó a condenar si eran hechos por los jíbaros o méxicas, pero practicable con diferentes formas y a escalas industriales en nuestro presente por muchos rostros conocidos.

Afortunadamente, y aunque algunas veces no sea más que una nota al pie en la historia o en la realidad cotidiana, se presentan alternativas o resistencias que, de una u otra manera, intentaron e intentan, con mayores o menores posibilidades, pensar y también vivir otro mundo posible.

Mientras jugábamos en la esquina y dibujábamos con un palito en la tierra, allá por la década del '70, nos ideábamos cómo sería todo, incluso nosotros, por el año 2000. Soñábamos infinidad de cosas y un mundo que, seguramente, no es éste, como tampoco soñaban que sería muchos de los que incluso dejaron la vida para que no fuera de este modo. Ahora podemos saber que se luchó con diferentes armas, incluso algunos con ellas literalmente. Más allá del merecido debate que esto significa para nuestra actualidad entre los jóvenes de hoy -y no tanto- la realidad de esa época era poner el mundo patas para arriba. Se sucedían liberaciones nacionales en países subyugados por los imperios, Europa había conocido el mayo francés, a la imaginación al poder se le anudaban las marchas para frenar la masacre americana en Vietnam. En Latinoamérica los jóvenes empezaban a ser protagonistas directos de sus destinos. Sin embargo, las rebeldías, las luchas sociales fueron suprimidas en muchísimos casos con las Dictaduras y Terrorismo de Estado. A los sueños de transformaciones sociales se le respondió con una escala de terror y de violencia, que en Argentina tendrán el triste atributo de haber sido unas de las más sanguinarias y asesinas del mundo, hasta esa época. En otros casos, el ímpetu transformador será reabsorbido por diferentes mecanismos, que lejos estarán de ser el futuro que imaginaban o imaginábamos; nuestra democracia incompleta es muestra de ello. Las mafias políticas, militares, policiales, sindicales, empresariales y un etcétera elevado a potencia, enquistadas aún hoy fuertemente en nuestra sociedad, también lo son. Pienso que éste no es el mundo anhelado por una gran cantidad de personas de este país, como no lo es en otras partes del mundo. En nuestros días, para acallar muchas veces las voces hace falta solamente que no salgan en T.V., se han aprendido bien la experiencia del cacerolazo del 2001, muchos medios de incomunicación que lucran vendiéndonos formas de vida. En la década del '70 hizo falta más que ello. En Sudamérica se desarrollarían por décadas, las desapariciones, torturas y el genocidio como pata inseparable del dominio político y esto, cabe decirlo, no fue obra solamente de las Juntas Militares en la Argentina, ya el gobierno peronista con Isabel Martínez a la cabeza, comenzaba lo que después sería moneda corriente. Luego de la caída del gobierno peronista el 24 de marzo de 1976, empezaría una represión de dimensión cuantitativamente escalofriante, que alcanzaba el asesinato a través de la desaparición. Por su parte, los niños eran vendidos o regalados como un botín de guerra, todavía hoy los familiares siguen su búsqueda. Este terror se ejerció también de manera sistemática en Chile, Uruguay, Perú, Paraguay y Brasil, entre otros. Hubo un pulgar “democrático”, Estados Unidos de Norteamérica, que no sólo alentó estas prácticas sino también dio su apoyo formativo en la zona del canal de Panamá. Allí se encontraba la triste Escuela de las Américas, donde se instruían los cursos, las técnicas y criterios pedagógicos de tortura que se desarrollarían a gran escala en gran parte de Latinoamérica. De la mano de este proceso, los argentinos intentaron ser preparados para el robo de la deuda externa, la 1050 del orejón, la perorata de Raúl, los shoppings de Carlitos junto a la flexibilización laboral, la estafa del corralito de “caballo” y la alianza para el bostezo, la sonrisa del Adolfo, el sueño cumplido del cabezón y la esperanza en el mal mejor.

Lamentablemente, el terror del '76 disciplinó bastante para que nos miráramos el ombligo individualmente frente a la barbarie cultural y social que se ha venido generando en la sociedad. El colapso socioeconómico perpetrado animosamente, ha dejado terribles consecuencias: a la inseguridad, la seguridad privada; a la falta de educación, la televisión basura; a la salud, la empresa prepaga; a la falta de trabajo, la limosna o la bolsa de basura; a la falta de expectativas, la pasta base en los pobres o el éxtasis o cocaína para los que puedan pagarla; a la soledad, el celular o la PC; a muchos jóvenes y familias trabajadoras, profesionales e investigadores, Ezeiza. Sin embargo, retomo una frase que el implantado y efímero presidente Duhalde pronunció allá por el 2002: “La Argentina está condenada al éxito”. Seguramente, el éxito de muchísimos argentinos no es el mismo al que haga referencia este señor, pero sí puede estar aproximándose lentamente a medida que la naturaleza nos deje la oportunidad de la memoria y la experiencia.

He escuchado muchas veces, y manifiesto con vergüenza que no siempre he hecho justicia conmigo mismo deteniéndome a discutir la frase: “Con los milicos se estaba mejor”. Frase quizás soltada alguna vez con argumentos interesantes de discutir y otras veces desde la pura ignorancia. Si estaban mejor quiere decir que ahora están mal, si es así creo entre otros (pueden incluir el ustedes) se lo deben a los que asesinaron a más de 30.000 personas. Si están bien, como lo están muchas familias que han sacado un buen provecho de la barbarie; los hijos de la patria financiera, estaban mucho más seguros que incluso ahora en sus fortalezas privadas, también deben saberlo, le deben mucho de su presente.

Quienes reclamamos vivir mejor en un mundo y en una Argentina más justa para todos y con verdadera libertad; de lograrlo estaremos a mano con las tantas víctimas del poder, con los que se sacrificaron, no por adivinar un futuro, sino por construirlo.

En mi Historia siempre estarán presentes los que lucharon por la utopía maravillosa desde que el mundo es mundo.

Javier Gnocchini - Marzo 2005


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