sábado

Belpaese, Ida y Vuelta Constante

La Argentina ha sido receptora de los europeos de la post-guerra. Mucho de lo que somos, lo debemos a esas corrientes migratorias. Hoy compartimos los sentimientos “italiani”, tierra del “gelato”, el “capuccino” y la “pastasciutta”.

Después de oir tantas veces las anécdotas de mi nonno, hoy me encuentro sentada a su lado en el parque de su casa, capuccino “al vapore” de por medio, escuchando atentamente, con los oídos despiertos y el corazón abierto. Hoy siento que no será una anécdota más, sino la historia de su vida.

Quizás, su relato se entrecorte con alguna que otra lágrima, quizás de él, quizás mía, por la emoción que surge tras recordar lo vivido en su país natal.

Esta historia puede que se asemeje a la tuya, a vos hijo o nieto de italianos, españoles, alemanes. En mi caso, se caracteriza por colores verde, blanco y rojo, domingos en familia “unita” comiendo la pastasciutta.

Es difícil entender la decisión que tuvo que tomar allá por los años '50: dejar su patria, su esposa, sus dos hijos, sus hermanas. Pero por otro lado, me pongo a pensar que él, como tantos otros, se ilusionaron al escuchar todo lo que se decía de nuestro país. Una Argentina muy rica, llena de posibilidades de trabajo. Se despidió de su familia, zarpando desde el puerto Nápoli, el más cercano a su pueblo. Llegó desde el “Belpaese”, lleno de esperanzas, dispuesto a trabajar y ¡cómo trabajó!

Con mucha dignidad pasó por varios trabajos, donde ganaba para vivir y para ahorrar. Al año siguiente, por suerte, hizo venir a mi nonna con mi papá y mi tía. Poco a poco construyó su casita, mientras la familia crecía, trayendo al mundo a otro hijo y otra hija.

Los años pasaron, pero el recuerdo de la tierra que lo vio nacer quedó registrado y sus ojos se ponen lagrimosos cada vez que habla de ella.

La familia siguió creciendo, hoy ya tiene once nietos y a punto de convertirse en bisnonno por partida doble.

Yo también he tomado una decisión, quizás no tan difícil como la de él. Fue algo que me hizo abrir la mente en muchos aspectos. Desde el momento en que decidí estudiar italiano, la vida se me llenó de cosas muy buenas y positivas. Al estudiarlo, me interioricé en su cultura, su historia, sus tradiciones y obtuve la ciudadanía italiana. Pienso que no sólo es una cuestión de papeles “por las dudas” sino que realmente me siento ítalo-argentina.

Gracias a las oportunidades que te da la vida, empecé a escribirle a mis parientes en Italia y al cabo de un año y medio me encontraba junto a mi nonno en su tierra, y la tierra de mi papá. Conocí la otra parte de esta gran familia que, si bien se encuentran a miles de kilómetros, me han demostrado una gran calidez.

Después de tres años, volví a viajar a “Belpaese”, becada por la Societá Dante Alighieri de Roma. Conocí mucha gente, de diferentes países, pero sobre todo, hice amigos italianos con los que conversaba en su lengua.

El relato de mi abuelo llega a su fin, pero lo que jamás tendrá fin es el amor que siento por Italia.

Me preocupa que por estos tiempos sean los jóvenes de mi país quienes emigran para hacer “la Europa”. No debiéramos perder la esperanza de hacer realidad nuestros sueños. Sueños como algún día tuvo mi nonno: “Vivir una vida mucho más digna y feliz”.

Anabella Spinazzola - Marzo 2005.


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