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Una Maravilla de Hielo

Seguimos recorriendo la Argentina en estas páginas. El Calafate, una de las tantas bellezas naturales de nuestra Patagonia, es el destino en esta oportunidad. Un viaje de muchos kilómetros, que vale la pena realizar.

Partimos el 23 de octubre de 2004 desde José León Suárez, un micro repleto de juventud del corazón: Centro de Jóvenes de la Tercera Edad (¿habrá cuarta?) con la consigna: “Glaciares y Ballenas”. Comodoro Rivadavia, sería nuestra primera parada.

Después de cruzar el Río Colorado por la Ruta Nacional 3, pasamos por Trelew, que en lengua galesa significa “pueblo de Luis” en homenaje a Lewis Jones, fundador de la ciudad. De allí, luego de transitar 570 kilómetros llegamos a Comodoro. Esta hermosa ciudad frente al mar se encuentra rodeada de pozos petroleros, que ya no son YPF sino Repsol, cuya explotación data desde 1907. Hicimos noche en un hotel frente al cerro Chenque, mirador y ex-cementerio de la ciudad.

El 24 de octubre, bien temprano salimos para El Calafate, por la misma Ruta 3 cruzamos Puerto San Julián, una pintoresca bahía entre Cabo Curioso y Punta Desengaño, cuya ciudad se encuenta a 105 metros bajo el nivel del mar, puerto más bajo de América. Al salir de Caleta Olivia en Comandante Luis Piedra Buena empalmamos con la Ruta Provincial 11 hasta llegar a El Calafate, frente al Lago Argentino.

El pueblo lleva el nombre de un arbusto de fruto lila dulce, cuando está maduro. Cuentan que en el siglo XVI los barcos averiados se arreglaban con resina, y como se les habría acabado este material, usaron este arbusto como pegamento, de allí el verbo calafatear.

Dicen que si probás el calafate, volvés a la Patagonia, nosotros comimos el fruto dulce y helado, por si acaso sea cierto.

Paramos en el Hotel Laraique. El 25, siempre tempranito, partimos hacia el Parque Nacional Los Glaciares, recorriendo 80 kilómetros de buena ruta: ¡Vamos al Perito! Perito Moreno es el glaciar más accesible. Su relieve es la estepa patagónica trabajada por la glaciación.

En los bordes del camino observamos el coirón (flor amarilla), el calafate, el bosque patagónico con ñires, lengas, guinda, cohien, canelas y nostros (arbustos de flores rojas).

En cuanto a la fauna avistamos cóndores y caiquenes, pájaros que viven en parejas.
El glaciar tiene una superficie de 258 km2 de hielo, similar a toda la ciudad de Buenos Aires. Si se lo ve de frente: son 5 kms de ancho, 60 mts de alto y 30 kms desde donde nace hasta la zona de los ventisqueros (cuencas superiores). Su nombre es dado en honor a Francisco Pascacio Moreno, uno de los más grandes naturistas y defensores de la Patagonia.

El proceso de ruptura se produce cuando el glaciar avanza sobre el frente de la Península de Magallanes hasta formar un dique natural de hielo, cerrando el paso de las aguas desde Brazo Rico hasta el Canal de los Témpanos. Luego se va erosionando y filtrando hasta que se derrumba, quedando el Perito Moreno separado de la Península de Magallanes. Así, se reinicia el proceso. La última ruptura duró tres días en 2004, a seis años de la ruptura anterior. “Sus glaciares son ríos de hielo, que se forman por la acumulación de nieve en las cuencas superiores. La nieve se transforma en gránulos que eliminan los vacíos de aire, congelando el agua, uniendo los cristales y comprimiendo la nieve nueva hasta formar una masa opaca llamada neviza. La neviza se compacta aún más, constituyendo el hielo esponjoso que da origen al hielo glaciar de masa cristalina y azulada. El color del agua es verdoso, se la llama ‘leche glaciara’, proveniente de partículas minerales suspendidas en el agua, cuyo origen se debe a la erosión producida por el glaciar en los lechos rocosos”, nos explicó claramente nuestro guía Martín.
Dispersos en el Lago Argentino hay témpanos de color azulado. El 26 partimos en barco a recorrer el lago y vimos los glaciares de Onelli, Upsala, Spegazzini y Agassiz Bolados.

El Upsala, 1000 km2, debe su nombre a una ciudad sueca homónima, cuya universidad patrocinó, en el siglo XX, el primer estudio glaciológico de la región.
A pesar de un importante retroceso, es el más grande del Parque Nacional y el más largo de Sudamérica.

El paseo dura todo el día y realmente paga el pasaje de $200. Seguimos seis días más por la Patagonia, tierra de Tehuelches (“gente brava” en nativo). Estuvimos en Gaiman, pueblo de galeses (“piedra de afilar”), donde tomamos el té con tortas y más; Punta Tombo, reserva natural del pingüino magallanes; Rawson; Playa Unión; Península Valdés y avistamos ballenas en Puerto Pirámide.

Volvimos a casa por San Antonio y por la hermosa Playa de las Grutas. Antes de cruzar el Río Colorado otra vez, pasamos por Chimpay, los pagos de Ceferino Namuncurá, ese santo criollo que visitó al Papa Pío X en 1904.

Gracias a mis compañeros de viaje, al guía Martín, al mate, al tejido y a la lectura, el trayecto de un lugar al otro pasó muy rápido. No te pierdas la Patagonia: los lugares y su gente se quedan en vos.

Leonardo Chiappe - Marzo 2005.


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