lunes

Ahora, en el poder

Desde el 10 de diciembre de 2007 rige nuestro país. Preocupada por cómo se ve, intenta demostar su ocupación por todos nosotros. Cristina Fernández de Kirchner, nuestra presidente.

Llegó al poder como todos, con el apoyo del hombre fuerte del país y con el batallar continuo de frases repetidas aún hasta en el extremo cansancio. Que la película que había comenzado aquel veinticinco de mayo de dos mil tres debía tener su secuela. Dicen que segundas partes nunca fueron buenas. Afincarse en el éxito de un momento que históricamente y económicamente es favorable, más el aditivo de la mentada fórmula “sabemos lo que falta”, podrían repercutir en un éxito electoral. Y lo fue. La segunda parte, titulada el “cambio recién comienza” parecería seguir en fase cero, porque si comenzó, de momento resulta algo complicado de percibir.

Tres meses, poco tiempo para cambios sustanciales, mucho tiempo para demostrar que mucho cambio podría hacer que todo siga igual. Su esposo cabalgó con la dialéctica de que la inflación no era tal. Ella, que de maquillaje conoce (y usa) mucho, continua el ruedo de la tropilla en una espiral de mentiras verdaderas que en nada ayudan al pueblo. Pueblo, palabra sostenidamente arrojada al desuso y cada vez más hueca de contenido. En sus fotos de adolescente, pueblo e izquierda habrán tenido algún significado que imagino distan radicalmente de lo que representan para ella hoy. En sus lecturas bibliográficas, el proletariado valía muy diferente de lo que vale hoy, cuando lo mira desde las alturas aristocráticas de los balcones del poder. Cartera y vestidos de marca. Peinados de estilistas afamados. Política exterior. Lejanías de un pueblo que en la maraña de la hiperactividad se debate entre la inflación y sueños (pesadillas) de estabilidad.

La señora hace uso y goce de un discurso enérgico, firme, casi demagógico pero sin lecturas. Peca en la muletilla de la inclusión de lo femenino. Cansa hasta el hartazgo escucharla decir “Argentinos y argentinas”. Falacia en la que cae porque también hace de su poder una lucha de género. En una sociedad donde las primeras machistas son ellas, Cristina es la abanderada del que todo lo que costará más, que le cuesta más, que su condición de mujer le vale eso. De todos modos, aunque a más de uno no le caiga en gracia, la mujer habla con locuacidad y lucidez. Se le escapa su arrogancia, finalmente, el alterego siempre se impone a la personalidad que queremos dejar ver. Y puede doler, claro que sí, que te diagnostiquen, te golpeen, te desafíen y que despilfarren arrogancia sobre la cara, puede llegar a doler. Su marido buscaba consenso y transversalidad. Ella, creo, se jacta de resumir el poder político, de tenerlo ( y usufructuarlo).

Cristina Fernández se casó con Carlos Kirchner hace más de veinte años. Socios en los sueños de juventud, perfiles disímiles con admiraciones recíprocas y echar anclas en el sur. Socios en los negocios y ahora el doble comando en el poder. Él, con experiencia ejecutiva, ella sólo legislativa. Quizá sea válido preguntarse cómo Cristina fue senadora por la provincia de Santa Cruz y luego por la provincia de Buenos Aires. Igualmente válido debe ser preguntarse de cómo cambió el eje político para defender intereses tan dispares como pueden ser la glaciar Santa Cruz de la pampeana Buenos Aires. Y jamás firmó la ley de emergencia económica, ni sus renovaciones. Mucho menos la promulgación de la última renovación cuando ya apoyaba sus caderas en el sillón de Rivadavia.

Nos quieren demostrar que ella sabe, que ella puede, que ella está. La exposición pública en el canal siete, único canal del Estado (habría que escribir todo un artículo para dejar bien asentado que es el canal del Estado y que eso no significa que sea el canal del gobierno), la muestra veinticuatro horas al aire. Sus atuendos se lucen a toda hora, lo mismo que sus diferentes peinados. No hay dudas, tiene estilo (o quiere tenerlo). De momento es la presidente de todos los argentinos, y su discurso va enfocado a que piensa en (por) todos nosotros. Las cosas no vienen muy bien. Ya no se escucha nada del cambio que recién comenzaba. Da mucho miedo pensar que todo seguirá igual, empero, es una fórmula que da resultado, digo que a ellos, les da resultado.

Gabriel Spinazzola - Abril 2008

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