jueves

El Arte de Decir

La pluma, arrancada de la piel del ave, abandonó todo su vuelo para remontarse en palabras, encumbrarse en frases, y anidarse en ideas. La mancha de carbón es purificada al mezclarse con el agua. La combinación se entrega mansamente al placer de llenar blancos. Más acá la industria modificará los elementos, batiendo a duelo a la esencia del ser.

Cuando el intelecto subyace como fuerza valor y cuando la verdad se dibuja con signos sobre el papel, la esencia se mantiene loable y enaltecida. Se remontan al viento, entonces, las palabras. En sus volutas transparentes, flamea la integridad como bandera pura. Los aires se mezclan, la ignorancia se queda muda y ausente, apenas observando como se comparten los saberes.

Las tecnologías hacen su juego en todas las épocas. La imprenta riega su fruto por los cuatros vientos como las abejas llevan vida a un nuevo néctar. Las abejas de hoy propagan lo mismo que ayer, continúan con el rito originario perfumando de azahares el mundo virtual. La continuación es un destello constante, una impresión instantánea para quien desea una copia. La información y los datos se embargan de irresponsabilidad y anonimato, encaje alto por semejante disponibilidad.

En un origen las noticias significaban oralidad. Los correveidiles y voceros plaza fueron mutando y devinieron en comunicadores sociales. Dos mundos disímiles, pero con algún contacto tangencial, los amalgama. Otro milagro, una voz relata para miles, millones de personas, un evento. Nacen los genios de transformar imágenes en palabras, para luego recobrar lo que son, imágenes, ahora en la imaginación del oyente. Maestros en el arte del decir, capacidad admirable para transmitir una idea, un pensamiento, una acción. La magia se prolonga apenas la voz traspasa el parlante de la radio. Locutor y oyente se necesitan sin conocerse. El desinterés de interesar(se) proyecta esa magia.

Nuevamente las tecnologías son llamadas al ruedo. No sólo es posible multiplicar la voz, también es viable hacerlo con la imagen, y en colores. Nacen nuevos genios. Decoran lo que se ve con lo que desde la presencia se puede agregar. Alguien dice que “una imagen vale más que mil palabras”. Florecen críticas adversas y defensores sagaces. La televisión, quizá, no proyecte tanta magia. Será que esconde mucho menos porque muestra mucho más. Será más real por callar en una imagen las mil palabras necesarias en la oralidad.

Por el medio que fuera, la virtud de propagar el saber y entender, la moralidad de conducirse con el accionar de las convicciones, la integridad de balancear suavemente la objetividad con el ser propio del sujeto hacen del periodismo una actividad loable, honrada y pluralista.

Junio 2008

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