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Diálogos sobre la vida y la muerte

Diálogos sobre la vida y la muerte, un libro que se reflexiona una y otra vez, una consulta necesaria de tiempo en tiempo, un ejercicio útil sobre la muerte mientras aún estamos vivos, claro está.

Llegué a Diálogos sobre la vida y la muerte buscando algo que no se debe buscar: explicaciones. Los seres queridos cuando marchan dejan un agujero imposible de llenar. Para peor, intentamos llenarlo con razones que no existen, de broncas infértiles y dolores profundos.

De todos modos, abrigaba el deseo de poder encontrar un algo, una frase, un párrafo que me ayudara a borrar mis lágrimas del ayer, que actuara como un cicatrizante capaz de cicatrizar el pasado, a pesar de que Liliana Heker bien advierte en su prólogo: “Y si bien el lector no descubrirá en estás páginas ninguna pista de lo que avistará más allá, es probable que encuentre algunos elementos para reflexionar sobre su estar acá. De eso justamente se trata”.

Mi estar acá me empujó a retomarlo y releerlo. Fue entonces cuando le di la derecha a la autora. La elección de entrevistados y su excelente preguntar generan en cada diálogo una oportunidad para adentrarse a un pensar, combinando el humor, el intelecto, la ciencia y la literatura.

De primera aparición en 1980, Heker lo complementó para esta edición del nuevo milenio con más entrevistas. Convergen en las páginas, y algunos divergen en los conceptos: Jorge Luis Borges, quien no necesita presentación; Marcelino Cereijido, doctor en medicina; María Lucila Pelento, profesora de Filosofía y Pedagogía; Roberto Fontanarrosa, creo que tampoco es necesario presentarlo; Alfredo Gazzano y Terencio Gioia, doctores en medicina; Álvaro Saurí, médico dedicado a los cuidados paliativos; Ana María Shua, novelista y cuentista; Severino Croatto, profesor de Filosofía, de Historia de las Religiones y de Religiones Comparadas; Eduardo Pavlovsky, dramaturgo, actor y médico con formación psicoanalítica; Abelardo Castillo, cuentista, novelista, dramaturgo y ensayista, quien algún día no necesitará presenación.

La responsable de las revistas literarias El Escarabajo de Oro y El Ornitorrinco nos ofrece la posibilidad de enfrentarnos a un tema por demás interesante, movilizador y porqué no, fantástico.

Comienza Borges diciendo: “¿La palabra muerte? Me sugiere... una gran esperanza. La esperanza de dejar de ser. Yo estoy seguro, como mi padre, de morir cuerpo y alma. A veces me siento un poco desdichado –a todos nos pasa–; sobre todo un hombre que está solo, que está ciego, que tiene desde luego algunos preciosos amigos, pero no muchos, un hombre tímido como yo; a veces me siento triste. Pero me consuelo pensando: sí, es cuestión de esperar. Voy a morir y voy a cesar, y qué más puedo querer que eso, qué cosa más grata puede haber que la muerte, que se parece tanto al sueño, que es quizá lo más grato de la vida.

Termina él citando a Lucrecio y su poema De Rerum Natura: “la gente piensa ‘voy a morir, el mundo sigue, los hombres siguen, qué horror’, pero no piensa: ‘qué horror, yo estaba muerto durante el sitio de Troya’. Él dice eso: si a nadie le duele no haber estado presente en el sitio de Troya qué importa que no esté presente en las próximas guerras”.

Diálogos sobre la vida y la muerte, un libro que se reflexiona una y otra vez, una consulta necesaria de tiempo en tiempo, un ejercicio útil sobre la muerte mientras aún estamos vivos, claro está.

Gabriel Spinazzola - Septiembre 2008.
gabriel_spinazzola@hotmail.com

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