jueves

Pedro Tiene Sólo Seis Años

El “feriado” por el Día del Trabajo nos invita a pensar qué realidad en materia laboral queremos tener. El trabajo infantil como flagelo social, castiga la educación de nuestros niños e hipoteca el futuro de toda la sociedad.

Pedro tiene seis años. Vive en la calle como tantos otros chicos en esta ciudad que se las da de París. Pedro golpea las ventanillas de los autos que paran en Santa Fe y Avenida Sarmiento, con su manita de vidrio, llena de barro y desesperanza, pide unas moneditas. Tiene una cara de bolsita recién aspirada y da miedo. Da miedo a los automovilistas que se apuran a trabar las puertas.

Pedro no sabe lo que es el gel, ni tampoco conoce lo que es una cama recién tendida. En su pelo se mezclan la tierra, el humo y los piojos. Pedro sabe que el 38 es un revólver y no un número, Pedro no sabe leer. Conoce la violencia porque la vive todos los días, la sufre todos los días, la ejerce todos los días. Conoce las diferencias entre el invierno y el verano, porque sus pies descalzos se la marcan con frío y calor, como un termómetro de vida.

Pedro tiene seis años y vive en la calle. Pedro tiene hambre, tiene frío, los mocos se le caen de la nariz como la vida de los bolsillos. Pedro trabaja en la calle. Hoy es primero de mayo y no hay autos, muchos están en alguna ruta o estacionados en alguna playa.

Pedro no sabe de Marx, de Engels. Tampoco conoce la historia de “Los Mártires de Chicago”. Pedro es un chico más, uno de los doscientos cincuenta y dos mil niños argentinos que trabajan, es uno entre los casi ocho millones de niños latinoamericanos que trabajan, Pedro es uno más de entre todos esos que sufren “alguna enfermedad” grave o, como según informó la Organización Internacional del Trabajo, un puntito más entre ese veinte por ciento de niños que padecen amputaciones, fracturas, quemaduras, lesiones cutáneas, alteraciones visuales y auditivas, enfermedades gastrointestinales y respiratorias, a causa del trabajo y la explotación infantil. Como él muchos trabajan para que otros no, niñitos en China pegan cartones, con sus manitas atrofiadas por el pegamento. Pegan cartones de “cajitas felices”, para que otros tantos niñitos se intoxiquen con porquerías.

Hoy es primero de mayo y muchos festejan un día libre. Otros organizan marchas para reivindicar la lucha obrera. Lucha que ha creado: los sindicatos, “los derechos de los trabajadores”, la doble indemnización, la explotación infantil.

Entre la cuna y la vida, sólo existe un pequeño camino para estos chicos. En nuestro país, porque Misiones, Chaco, Formosa, La Rioja, Jujuy, Catamarca, Santiago del Estero, Santa Cruz, Tierra del Fuego, Río Negro, Neuquén, Mendoza, La Pampa, Chubut, Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos, San Juan, San Luis, Corrientes, Salta, Tucumán; es nuestro país, muchos hogares están mantenidos por la explotación infantil, el trabajo en negro, el subempleo. En estos hogares el primero de mayo es igual al veintitrés de agosto: un día común. Un día de sobrevivir, un día de mate cocido y pan.

Pedro no está en los piquetes, ni sabe de ellos, tampoco sus padres. No reciben planes sociales, ni nada que se le parezca. Están fuera de todo, menos de las estadísticas.

Según la Unión Argentina de Trabajadores Rurales, los niños son los preferidos por las empresas. En la provincia de Buenos Aires un veinticinco por ciento de la mano de Pedro tiene seis años. Vive en la calle como tantos otros chicos en esta ciudad que se las da de París. Pedro golpea las ventanillas de los autos que paran en Santa Fe y Avenida Sarmiento, con su manita de vidrio, llena de barro y desesperanza, pide unas moneditas. Tiene una cara de bolsita recién aspirada y da miedo. Da miedo a los automovilistas que se apuran a trabar las puertas.

Pedro no sabe lo que es el gel, ni tampoco conoce lo que es una cama recién tendida. En su pelo se mezclan la tierra, el humo y los piojos. Pedro sabe que el 38 es un revólver y no un número, Pedro no sabe leer. Conoce la violencia porque la vive todos los días, la sufre todos los días, la ejerce todos los días. Conoce las diferencias entre el invierno y el verano, porque sus pies descalzos se la marcan con frío y calor, como un termómetro de vida.

Pequeños soldaditos son reclutados para la guerra. O simplemente son vendidos como mercancía para la prostitución. En EE.UU., tierra de libertad y oportunidades, según UNICEF, se calcula que más de cien mil prostitutas infantiles trabajan en las calles.

El cincuenta por ciento de la población de la Argentina que está incluida dentro de los desocupados o con problemas “serios” de trabajo, tampoco sabe del proletariado, de la plusvalía, o de la revolución productiva.

Por ahí se dice que “no hay mal que por bien no venga” o que morirse por una causa justa no es morirse, sino, resucitar. No lo sé. Cada vez hay menos cosas que entiendo, cuando debería de ser al revés, bueno en “El reino del revés” como dice Galeano “se desprecia la honestidad y se castiga al trabajo”.

Mientras los economistas sigan diciendo: “tasa natural de desempleo” vamos a estar jodidos, mientras Pedro no sepa leer, pero sí aspirar, o un obrero siga ganando cincuenta veces menos que un sindicalista, o que el trabajo no sea salud, sino un bien escaso y que el sueldo sea un castigo más que una recompensa, que el desempleo sea un número en alguna planilla y no una preocupación hacia un problema grave, y mientras el primero de mayo sea “feriado” y no una fecha para honrar, vamos a estar jodidos.

Gustavo Azcurra - Mayo 2004.


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