jueves

Siempre Joven, Siempre Artista

El mundo del arte, del humor, de la publicidad, cuenta con un exponente de primer nivel: el artista Iriberto Monti. Sus comienzos, aprendiendo dibujo por correspondencia, y toda su actividad artística multidisciplinaria.

Una cálida y primaveral mañana de septiembre viajaba en colectivo a San Martín, y escuché a una niña comentar a su madre con gran alegría, que una compañerita de grado se había lucido en su traje de pelota en el acto escolar del día de la primavera. Contaba ella entusiasmada que el abuelo de su amiguita se las había ingeniado para armarle el disfraz a su nietecita inflando una gran piñata, cubriéndola con papel maché, y una vez seco éste, pinchando la piñata. Luego pintando unos cuantos colores vívidos para decorar un hermoso atuendo. Siempre quise conocer a ese abuelo.

Un vecino mío trabajó muchos años en Duperial, una empresa dedicada entre otras cosas a la venta de cortinas, alfombras y envases de celofán. Una tarde de domingo me contó que un compañero suyo que había entrado a la empresa como cadete en 1936, se jubiló en 1980 como Gerente de Publicidad. Este publicista diagramó los tres tomos de “La Historia Argentina” del español Diego Santillán editado en 1965, que mereció la Medalla de Oro a la Diagramación. Tuvo a su cargo la edición de los doce mil ejemplares mensuales de la Revista Duperial distribuida gratuitamente entre clientes, proveedores y empleados de la empresa. Una revista que merece el mayor de los respetos y elogios, por su diseño y diagramación. Siempre quise conocer a ese publicista.

Un talentoso pero desconocido caricaturista de la ciudad feliz, me llenó de intriga mientras delineaba mi chuequera en su cartulina. Me preguntó si alguna vez había visto algo de humor gráfico de las publicaciones de Esso, de Shell o Duperial. Ante mi respuesta negativa, me aconsejó que buscara, que había un ingenioso dibujante, de humor sano y bien entendido. Siempre quise conocer a ese humorista.

De la infinita cantidad de correos electrónicos que recibo a diario, encontré una tarde opaca de invierno, uno que tenía varios aforismos y pensamientos. Me gustó el que decía: “Las lágrimas son los cristales que hacen ver con más claridad la causa de una desdicha o reflejar con pureza una emoción”. Como la gran mayoría de las cosas que circulan por el espacio virtual y mágico de internet, este mensaje tampoco tenía el nombre del autor de las líneas que me agradaron. Siempre quise conocer a ese escritor.

El año pasado, en noviembre, tuvo lugar en el salón de los Bomberos Voluntarios de Villa Ballester, una exposición de arte con obras de Luján Ruinandreu y Pablo Gentili. Entre el público, me contaron, se encontraba un excelente pintor, vecino de nuestra localidad. Llegó hasta mis oídos que este artista fue miembro fundador del Museo de Bellas Artes Ceferino Carnacini de nuestra ciudad, una de las primeras muestras de arte de pintores argentinos que tuviera lugar en la provincia de Buenos Aires. He oído que es amante de las diagonales y las cortadas a contra luz, como pintara en el premiado lienzo “Unión Bar”; que también se desvive con los hermosos paisajes de nuestra república, que ha pintado y hoy decoran los ambientes de su hogar; y que luego de visitar el viejo continente, eternizó en un perfecto óleo la casa donde su amada esposa viviera de chica en una colina de España. Siempre quise conocer a ese pintor.

De todas las personas que quiero conocer, tuve la fortuna de que me presentaran al artista Iriberto Monti.

Iriberto es una persona mayor, pero de esas a las que la chispa de la juventud no se le apagará jamás. Sus blancos cabellos denotan el paso de muchos inviernos, pero la sonrisa en su rostro y el brillo de sus ojos permiten ver que vive con alegría. Su tono pausado y su perfecta dicción conducen a largas e interesantes charlas. Se dice desmemoriado, pero para cada anécdota se sumerge en su memoria y la trae al presente llena de detalles, relatándola tan vívidamente como si hubiera ocurrido ayer mismo.
“¡Ahora cuesta un disparate pintar!”, exclama Monti con tono calmo, pero con la pena de no poder destinar más de su tiempo a la pintura. Recuerda que antes los pomos eran mucho más grandes, y que ahora son unos pomitos diminutos. Además los pinceles, que se gastan a la mitad de un cuadro, están carísimos. “Sólo podrán hacer arte, aquellos que puedan afrontarlo”, concluye este admirador de Picasso y de Dalí. Para él, Pablo Picasso y Salvador Dalí han dado un vuelco tremendo al arte. “Después de estos dos genios, vinieron muchos que los tratan de imitar, pero no pueden lograrlo”, soslaya apenado.

Iriberto me cuenta que estudió dibujo por correspondencia, pero que abandonó cuando le llegaron las calificaciones. “Pensé que me tomaban, el pelo. ¡Tenía las calificaciones de un genio! Y eso no podía ser”. “Más tarde, cuando ya estaba en el Departamento de Publicidad de Duperial, me pusieron a uno de los mejores profesores de Buenos Aires de aquella época”, rememora.

“¿Usted editaba la Revista Duperial?”, pregunto extrañado. “Sí, eran doce mil ejemplares mensuales”, responde sin prisa pero sin pausa. “No sólo edité la Revista Duperial, sino también la de cada departamento de la empresa. Además hice humor gráfico para varias publicaciones de Shell y de Esso. También diagramé los tres tomos de La Historia Argentina. Participé de la fundación del Museo Ceferino Carnacini. Incursioné en el teatro y en el cine. Hasta le hago el vestuario a mi queridísima nieta para los actos de la escuela”.

Ato cabos sueltos que se desprenden de la charla y me doy cuenta que estoy ante aquel abuelo, aquel publicista, aquel humorista, aquel escritor, aquel pintor.
Pienso que una persona así, con tanta trayectoria y vinculación con el arte merece un reconocimiento. Entonces veo en la repisa de su comedor una plaqueta que dice: “A Iriberto Monti, por su brillante trayectoria dedicada al arte y la docencia - Biblioteca Popular Bernardino Rivadavia, 12 de octubre de 1996”. Afortunadamente, no soy el único.

Gabriel Spinazzola - Mayo 2004.


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