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Una Familia Muy Numerosa

El Hogar de Niños M.A.M.A. recibe, desde hace dos décadas, a niños carenciados, generalmente con problemas familiares serios, derivados de los juzgados de menores. Allí, comienzan una nueva vida en una gran familia.

Juan Von Engels era un niño muy especial, muy travieso, de clase media, hijo de padres extranjeros con mucha conducta. Siempre le interesaba mucho más jugar en el potrero, escaparse a la plaza, hacer travesuras, que la disciplina del colegio. Ese niño fue creciendo, se transformó en adolescente, siempre con ideas muy propias que les daban a sus padres muchos dolores de cabeza. Tal es así, que cuando tenía diecisiete años, siempre buscando su bien, decidieron irse del país a ver si su hijo tomaba otro camino, el que ellos querían y no el de la calle, la pelota, los chicos, el barro. La madre lo llevó a Suiza, su país de origen, y Juan siempre le decía: “Mamá, ¿no es cierto que nosotros somos pobres?”. No eran ricos, era gente muy trabajadora, pero él sentía esa necesidad de ser como esos niños que veía en la calle o por lo menos ayudarlos. En esa época, en Argentina estaba en vigencia el servicio militar obligatorio y qué mejor oportunidad de repatriarlo para que lo cumpla. Así lo hizo pero las travesuras continuaron. Hecho ya un joven, comenzó a trabajar en las oficinas del ferrocarril Mitre pero siempre con la mirada en los chicos pobres del tren, de la calle.

En julio de 1960, en un cumpleaños de 15, conoció a una muchacha, Anna Bieza, y al año siguiente se casaron. Se recibió de Profesor de Educación Física y comenzó a trabajar en distintos clubes y colegios de la zona, principalmente en el Colegio José Hernández. Empezaron a hacer los viajes de egresados a Bariloche (once) y a Córdoba (tres), que en esa época no se estilaba hacer. Los primeros chicos, hoy padres de familia y prontos a ser abuelos, a orillas del Lago Nahuel Huapi, disfrutando de la salida del sol, lloraban porque tenían que volver y cada uno iba a seguir su camino. En ese momento, Juan les preguntó a sus alumnos si querían hacer algo por otros chicos que no habían tenido las mismas oportunidades que ellos. Hoy, resulta evidente darse cuenta que la respuesta fue afirmativa. De este modo, fue tomando forma esa idea que Juan siempre tuvo en su mente.

Tenía una empresa textil con muchas obligaciones y no mucho dinero, pero igualmente decidió comprar a crédito cuatro hectáreas de terreno en Capilla y donarlas para iniciar esa obra que llevará un nombre que refleja su esencia: Mis Alumnos Más Amigos.

-Anna, ¿qué recuerdos tiene de esa época?
-Fue una época muy linda en la que, los sábados o feriados, ex alumnos de distintos grupos nos juntábamos en la puerta de casa en La Paz y América y nos íbamos a trabajar allá. Un hombre de la zona nos donó la bomba de agua, plantamos lino, árboles, lo regábamos con tachos de lechero. Después de un asado con los intendentes de Capilla y San Martín, este último nos dijo que no podía distraer dinero de su comuna para otra, que vendiéramos los terrenos y compráramos acá. Entonces, salimos a buscar y conseguimos este lugar que, anteriormente, había sido un hogar de ancianos.

Era una casa muy grande y vieja, con plantaciones, parras, nogales, higueras muy grandes. Con ayuda del ejército y el trabajo de muchos sacaron todo eso, tiraron abajo las paredes de esa vieja casona y construyeron desde los cimientos. Salían a juntar cascotes, diarios, podar árboles, para juntar dinero. Y así nació hace veinte años M.A.M.A. 1, un hogar para niños carenciados, con problemas de familia.

-¿Cómo llegan los niños hasta acá?
-Los chicos vienen derivados de los juzgados de menores. Hicimos la habilitación y los trámites pertinentes, todo legal, no puede ser de otra manera. De los primeros niños carenciados y traviesos que llegaron acá, hoy son padres de familia y algunos nos traen a sus hijos para que los cuidemos mientras ellos trabajan. Yo soy la abuela, las personas que trabajan acá son los tíos, somos una familia numerosa.

-¿Cuántos niños hay en el hogar?
-Ahora tenemos veintisiete, entre los chiquitos nuevos y los mayores que crecieron con nosotros que ya están para egresar al cumplir los 21 años. Pero si no están preparados para irse se quedan con nosotros como cualquier familia, en la casa de los padres, ya no por juzgado, sino como familiar. De a poquito los vamos impulsando para que hagan su camino, tengan su propia casita, aunque se resisten un poco, dicen que de acá no se van pero hay que empujarlos. Ya tenemos como catorce nietos de esos chicos que se fueron criando con nosotros.

-¿Qué hacen los chicos durante el día?
-Lo que hace cualquier chico, van al colegio, hacen las tareas, juegan. Para los más grandes, Juan ideó una salida laboral, la panificadora que se inauguró en 1991 y en el '95 se creó la cooperativa. Trabajan, hacen viena, pre-pizza, pan rallado y se vende a distintos comercios, supermercados y al público donde está la panificadora. Les gusta, tienen un oficio, los mayores les enseñan a los más chicos. Para mi esposo, que lamentablemente ya hace cinco años que nos dejó, y para los que quedamos al frente de todo esto, es un gran desafío el continuar con el hogar, los comedores (tienen dos) y la panadería, que es la disciplina del trabajo.

-¿Reciben algún apoyo económico?
-Hay becas estatales, de Provincia y de Nación, depende de dónde vengan los niños. Pero no nos alcanza porque esto es muy grande para mantenerlo. Tenemos gente que nos ayuda y tratamos de administrar lo mejor posible. Cuando nos reunimos decimos que con un poco de dinerillo que nos pudieran aportar, podríamos hacer un montón de cosas, no sólo sostener el hogar, nuestras ambiciones son mayores a eso. Yo quiero que mis niños sean dignos, que aprendan la cultura del trabajo, la educación, que sean buenos ciudadanos.

Para colaborar con M.A.M.A. podés hacerlo por medio de una cuota de socio de $5 o realizar donaciones llamando al 4580-6000 o personalmente en Chacabuco 3884, Villa Ballester. Los productos elaborados por los chicos se venden en Mónaco 4039, 4580-6010.

Alejandra Cinquemani - Septiembre 2004.


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