Leonardo tuvo la fortuna de visitar uno de los atractivos turísticos más importantes de la Argentina. Un lugar donde conviven la naturaleza y la organización gubernamental, regalando al turista una visita inigualable.
Después de varios años de postergaciones, por fin decidimos conocer las maravillosas Cataratas del Iguazú, en la mesopotámica provincia de Misiones.
Panamericana, acceso al complejo Zárate Brazo Largo (RN 12), tomando en Ceibas la Ruta 14 y en San José, ya Misiones, finalmente la RN 105. Nos fuimos derechito a la ciudad de la provincia con el fin de pasar la noche y conocerla.
Sobre las rutas nos encontramos con pintorescos lugares y pueblos en las distintas provincias que atravesamos, como Gualeguaychú, Colón y el Parque Nacional El Palmar, en Entre Ríos, y Yapeyú (cuna del General San Martín), Santo Tomé y Gobernador Virasoro, en Corrientes.
Luego de recorrer casi 1000 km de una ruta en buen estado, entramos a la provincia de Misiones. El exuberante verde después de un día de lluvia intensa, nos recibió con todo su esplendor. Ya estábamos en Posadas, una ciudad bastante grande y activa, con mucha gente en las calles y un tránsito muy cargado. Lo más recomendable es tomar por la Avenida Costanera con una muy linda vista del Río Paraná y de nuestro país vecino Paraguay, desde donde se puede divisar desde Encarnación.
Por la mañana temprano partimos hacia la ciudad de Puerto Iguazú, con la intención de realizar algunas paradas para conocer determinados pueblos de los cuales sabíamos que tenían interés turístico. Así, en primer lugar, arribamos a San Ignacio donde visitamos las conocidas Ruinas Jesuíticas. Aún se puede apreciar, a pesar del paso de trescientos años y de los saqueos, el trabajo realizado por los misioneros con la ayuda de los aborígenes del lugar (Guaraníes) y la forma en la que vivían.
Seguimos camino, y un poco más adelante entramos a la llamada Región de las Flores; en el pueblo de Capioví, visitamos el salto del mismo nombre. Llegamos a la localidad de Puerto Rico y con la intención de hacer una parada para almorzar, ingresamos a este singular pueblo que cuenta con una pequeña, pero hermosa, Avenida Costanera. En Garuhapé, a 4 km de la ruta por un camino de tierra (si llueve es recomendable no ingresar en auto), accedimos a la Gruta India, una formación rocosa utilizada antiguamente como refugio de los aborígenes. Cincuenta kilómetros antes de llegar a Puerto Iguazú se encuentra el pueblo de Wanda, nombre de una princesa polaca, donde se pueden visitar las minas de piedras semipreciosas.
Después de andar casi 400 km desde Posadas, ya estábamos en Iguazú. Ese día el clima no nos ayudó, así que averiguando, nos dimos cuenta que existen diferentes lugares para visitar, además de las Cataratas. Por ejemplo, el hito de las tres fronteras, punto panorámico en la intersección de los Ríos Paraná e Iguazú. Desde allí, se pueden observar las costas de Paraguay y de Brasil, cada una con un hito pintado con los colores de su bandera. Otra opción interesante es la Aripuca, una construcción realizada con grandes árboles recuperados de la selva misionera que reproduce la trampa caza-aves diseñada por los indios guaraníes. También hay una serie de orquideareos, como el del Indio Solitario, donde se pueden apreciar (y comprar) diversas especies de orquídeas y plantas autóctonas.
Otra atracción, dentro de Puerto Iguazú y que, lamentablemente, no pudimos visitar es el Centro de Recuperación y Recría de Aves Amenazadas Güirá Ogá, que en idioma guaraní significa “la casa de los pájaros”, un predio de 20 hectáreas cercano a la ciudad. Además existen cabalgatas y distintas aldeas guaraníes donde sus habitantes aún, y a pesar de “la civilización” viven y conservan sus ancestrales costumbres.
El día siguiente parecía que la cosa había cambiado y era prometedor. Preparamos un par de cosas y salimos sin mucha vuelta previa para el Parque Nacional Iguazú. La entrada al parque cuesta $12 para argentinos ($30 para extranjeros), y nos dio la pauta de que la infraestructura del lugar no tendría nada que envidiarle a los mejores parques del mundo. Y así fue, todo estaba muy bien organizado y preparado para recibir a turistas de todo el mundo. Inclusive, en la pasarela que nos acerca (¡mucho!) a la Garganta del Diablo, están disponibles sillas de ruedas para que las personas de capacidad de locomoción reducida puedan acceder y disfrutar el paseo igual que todos. También el parque cuenta con un trencito que comunica las estaciones Central Cataratas-Garganta del Diablo. Desde ellas se inician los recorridos hacia los distintos saltos a través de pasarelas que realmente nos parecieron muy cómodas y muy seguras (un aplauso para el Gobierno). Dentro del parque se puede recorrer el Sendero Macuco, nombre de un ave más grande que una perdiz, un camino agreste de poco más de 3 km a través de la selva. Vimos aves, monos y mariposas de los más variados colores; hacia el final del recorrido se llega al colorido Salto Arrechea.
La exuberante selva combinada con la belleza de las caídas de agua, la increíble imponencia de la Garganta del Diablo y el casi constante avistaje de hermosas mariposas como si fueran flores vivientes, hizo que el viaje fuera inolvidable.
No lo duden, vayan.
Leonardo Chiappe - Noviembre 2004.
Después de varios años de postergaciones, por fin decidimos conocer las maravillosas Cataratas del Iguazú, en la mesopotámica provincia de Misiones.
Panamericana, acceso al complejo Zárate Brazo Largo (RN 12), tomando en Ceibas la Ruta 14 y en San José, ya Misiones, finalmente la RN 105. Nos fuimos derechito a la ciudad de la provincia con el fin de pasar la noche y conocerla.
Sobre las rutas nos encontramos con pintorescos lugares y pueblos en las distintas provincias que atravesamos, como Gualeguaychú, Colón y el Parque Nacional El Palmar, en Entre Ríos, y Yapeyú (cuna del General San Martín), Santo Tomé y Gobernador Virasoro, en Corrientes.
Luego de recorrer casi 1000 km de una ruta en buen estado, entramos a la provincia de Misiones. El exuberante verde después de un día de lluvia intensa, nos recibió con todo su esplendor. Ya estábamos en Posadas, una ciudad bastante grande y activa, con mucha gente en las calles y un tránsito muy cargado. Lo más recomendable es tomar por la Avenida Costanera con una muy linda vista del Río Paraná y de nuestro país vecino Paraguay, desde donde se puede divisar desde Encarnación.
Por la mañana temprano partimos hacia la ciudad de Puerto Iguazú, con la intención de realizar algunas paradas para conocer determinados pueblos de los cuales sabíamos que tenían interés turístico. Así, en primer lugar, arribamos a San Ignacio donde visitamos las conocidas Ruinas Jesuíticas. Aún se puede apreciar, a pesar del paso de trescientos años y de los saqueos, el trabajo realizado por los misioneros con la ayuda de los aborígenes del lugar (Guaraníes) y la forma en la que vivían.
Seguimos camino, y un poco más adelante entramos a la llamada Región de las Flores; en el pueblo de Capioví, visitamos el salto del mismo nombre. Llegamos a la localidad de Puerto Rico y con la intención de hacer una parada para almorzar, ingresamos a este singular pueblo que cuenta con una pequeña, pero hermosa, Avenida Costanera. En Garuhapé, a 4 km de la ruta por un camino de tierra (si llueve es recomendable no ingresar en auto), accedimos a la Gruta India, una formación rocosa utilizada antiguamente como refugio de los aborígenes. Cincuenta kilómetros antes de llegar a Puerto Iguazú se encuentra el pueblo de Wanda, nombre de una princesa polaca, donde se pueden visitar las minas de piedras semipreciosas.
Después de andar casi 400 km desde Posadas, ya estábamos en Iguazú. Ese día el clima no nos ayudó, así que averiguando, nos dimos cuenta que existen diferentes lugares para visitar, además de las Cataratas. Por ejemplo, el hito de las tres fronteras, punto panorámico en la intersección de los Ríos Paraná e Iguazú. Desde allí, se pueden observar las costas de Paraguay y de Brasil, cada una con un hito pintado con los colores de su bandera. Otra opción interesante es la Aripuca, una construcción realizada con grandes árboles recuperados de la selva misionera que reproduce la trampa caza-aves diseñada por los indios guaraníes. También hay una serie de orquideareos, como el del Indio Solitario, donde se pueden apreciar (y comprar) diversas especies de orquídeas y plantas autóctonas.
Otra atracción, dentro de Puerto Iguazú y que, lamentablemente, no pudimos visitar es el Centro de Recuperación y Recría de Aves Amenazadas Güirá Ogá, que en idioma guaraní significa “la casa de los pájaros”, un predio de 20 hectáreas cercano a la ciudad. Además existen cabalgatas y distintas aldeas guaraníes donde sus habitantes aún, y a pesar de “la civilización” viven y conservan sus ancestrales costumbres.
El día siguiente parecía que la cosa había cambiado y era prometedor. Preparamos un par de cosas y salimos sin mucha vuelta previa para el Parque Nacional Iguazú. La entrada al parque cuesta $12 para argentinos ($30 para extranjeros), y nos dio la pauta de que la infraestructura del lugar no tendría nada que envidiarle a los mejores parques del mundo. Y así fue, todo estaba muy bien organizado y preparado para recibir a turistas de todo el mundo. Inclusive, en la pasarela que nos acerca (¡mucho!) a la Garganta del Diablo, están disponibles sillas de ruedas para que las personas de capacidad de locomoción reducida puedan acceder y disfrutar el paseo igual que todos. También el parque cuenta con un trencito que comunica las estaciones Central Cataratas-Garganta del Diablo. Desde ellas se inician los recorridos hacia los distintos saltos a través de pasarelas que realmente nos parecieron muy cómodas y muy seguras (un aplauso para el Gobierno). Dentro del parque se puede recorrer el Sendero Macuco, nombre de un ave más grande que una perdiz, un camino agreste de poco más de 3 km a través de la selva. Vimos aves, monos y mariposas de los más variados colores; hacia el final del recorrido se llega al colorido Salto Arrechea.
La exuberante selva combinada con la belleza de las caídas de agua, la increíble imponencia de la Garganta del Diablo y el casi constante avistaje de hermosas mariposas como si fueran flores vivientes, hizo que el viaje fuera inolvidable.
No lo duden, vayan.
Leonardo Chiappe - Noviembre 2004.
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