Claudia Casabianca fue la primera mujer tenista en traer un título mundial al país y obtuvo muchos trofeos. Pero sus mejores premios son las enseñanzas de vida que le dejan todos los días los chicos a los que les da clases.
Se declara hincha de Chacarita y admiradora de Guillermo Vilas. Fue nombrada la mujer del año en 1999 y es fundadora y presidenta de A.PER.CA.DI. (Ayuda a Personas con Capacidades Diferentes). Con ustedes: Claudia Casabianca.
-¿Cómo fue tu primer contacto con la raqueta?
-Mis padres jugaban al tenis en el Club Comunicaciones y los domingos, mientras mi papá hacía el asado, le robaba la raqueta y me iba a jugar al frontón. Tenía sólo cinco años, la raqueta era muy pesada para mí, y así empecé a pegarle con las dos manos de revés.
Recuerda que su madre tenía miedo que le pegaran un pelotazo en el frontón y ella le decía: “Mami, cuando juego yo no juega nadie”. Al ser tan chiquita y pegarle bien a la pelota, la gente se la quedaba mirando en vez de jugar.
-¿Cuándo comenzaste a competir?
-A los ocho años, lo convencieron a mi padre para que me anotara en un campeonato. Empecé a jugar, a ganar y fui campeona de las categorías Infantiles, Menores, Cadetes y Juveniles. Hasta que a los catorce años, la Asociación Argentina de Tenis me becó para ir a Europa y me metí entre las cuatro primeras del mundo. En 1977, en el campeonato Forest Hills, me consagré Campeona Mundial junto con Guillermo Vilas, él en Mayores y yo en Juniors con 17 años.
-¿Recordás alguna anécdota de esos años?
-¡Sí, unas cuantas! Justamente, cuando volvía de ganar ese campeonato, me enteré que Guillermo Vilas viajaba un día después que yo. Entonces decidí cambiar la fecha de mi pasaje para poder viajar junto con él. Resulta que se había comprado toda la primera clase y era imposible compartir el viaje con mi ídolo. Hasta que se abre la cortina divisoria entre las dos clases y pregunta quién había ganda Forest Hills. Así fue que me invitó a pasar el resto del viaje a su lado.
Se enorgullece al contar que al arribar el avión a Río de Janeiro, suben un montón de periodistas y la entrevistan junto al reconocidísimo tenista, lo que le cambiaría su vida para siempre. A partir de ese momento empezó a viajar continuamente y logró estar entre las 38 del mundo en Mayores. Antes, se debía ser mayor de 18 años para poder competir en Mayores, pero como Claudia había sido tres años consecutivos campeona mundial en Juniors, le otorgaron una carta blanca de invitación para poder jugar.
-¿Contra qué figuras del tenis llegaste a jugar?
-Jugué contra Chris Evert, Martina Navratilova, participé en Roland Garros, Wimbledon, Forest Hills que después del '77 se denominó Flushing Meadows y se juega en cancha de cemento en lugar de polvo de ladrillo. Siempre llegaba a las últimas instancias y me encontraba con las grandes, las primeras del ranking y era muy difícil avanzar ya que yo era mucho más chica y por supuesto con menos experiencia.
Fue emancipada a los 14 años para poder viajar ya que sus padres no la podían acompañar. Con un poco de nostalgia cuenta: “He conocido muchos lugares y mucha gente, pero he pasado varios cumpleaños y navidades sólo con la compañía de los trofeos obtenidos.”
-¿Hasta cuándo llevaste esa vida itinerante?
-Hasta que a los 26 años tuve una lesión en la pierna y fue la excusa perfecta para colgar la raqueta. Estaba muy cansada, extrañaba mucho, tenía que dejar a mis novios ya que estaba mucho tiempo afuera y ya no me resultaba divertido. El tenis es un deporte muy competitivo y muy solitario.
Dejó las canchas y formó una familia. Estuvo 14 años en pareja y tuvo dos hijos, Giuliano de 12 y Gina de 10 quien la acompaña en esta charla.
-¿Cómo siguió tu vida tras esa decisión?
-Me dedicaba a dar clases a chicos con pocos recursos económicos. Un día, cursando el octavo mes de mi segundo embarazo, se acercó un grupo de chicos con capacidades diferentes, así los llamo porque nadie está exento de discapacidad. Me tocaron y besaron la panza y pensé que sería una señal de que iba a tener una nena con Sindrome de Down.
Al nacer su hija sin esa enfermedad, se sentó frente a la computadora para idear un proyecto con el objetivo de dar clases de tenis en forma gratuita a chicos con problemas mentales. Después de tres años de ofrecerlo en distintas municipalidades y ya un poco desanimada, llega a la Municipalidad de San Martín. “Tomé la guía telefónica, llamé, me atendieron y ya hace diez años que está en funcionamiento este proyecto”, comenta Casabianca conforme con este logro más personal que profesional. Y agrega: “Les agradezco a todas las autoridades que han pasado y las actuales por permitir que estos chicos puedan desarrollar sus capacidades a través del tenis”.
-En Ballester, ¿dónde les das clases?
-En el Club Las Heras (sábados 10 :00 - 12:00) y en el Sportivo Ballester (martes de 17:30 - 19:00).
Son en total aproximadamente setenta chicos, entre Sindrome de Down, hipoacúsicos, autistas, sicóticos, asmáticos, retraso leve madurativo y sordomudos.
-Un mensaje para los papás de estos niños…
-Papis y mamis: tráiganlos, les va a cambiar la vida, las clases les ayuda a coordinar la mente con el cuerpo, los estimula, los incentiva y además les sirve como terapia. Pueden hacerlo a partir de los seis años, sin límite de edad y es totalmente gratuito.
Alejandra Cinquemani - Noviembre 2004.
Se declara hincha de Chacarita y admiradora de Guillermo Vilas. Fue nombrada la mujer del año en 1999 y es fundadora y presidenta de A.PER.CA.DI. (Ayuda a Personas con Capacidades Diferentes). Con ustedes: Claudia Casabianca.
-¿Cómo fue tu primer contacto con la raqueta?
-Mis padres jugaban al tenis en el Club Comunicaciones y los domingos, mientras mi papá hacía el asado, le robaba la raqueta y me iba a jugar al frontón. Tenía sólo cinco años, la raqueta era muy pesada para mí, y así empecé a pegarle con las dos manos de revés.
Recuerda que su madre tenía miedo que le pegaran un pelotazo en el frontón y ella le decía: “Mami, cuando juego yo no juega nadie”. Al ser tan chiquita y pegarle bien a la pelota, la gente se la quedaba mirando en vez de jugar.
-¿Cuándo comenzaste a competir?
-A los ocho años, lo convencieron a mi padre para que me anotara en un campeonato. Empecé a jugar, a ganar y fui campeona de las categorías Infantiles, Menores, Cadetes y Juveniles. Hasta que a los catorce años, la Asociación Argentina de Tenis me becó para ir a Europa y me metí entre las cuatro primeras del mundo. En 1977, en el campeonato Forest Hills, me consagré Campeona Mundial junto con Guillermo Vilas, él en Mayores y yo en Juniors con 17 años.
-¿Recordás alguna anécdota de esos años?
-¡Sí, unas cuantas! Justamente, cuando volvía de ganar ese campeonato, me enteré que Guillermo Vilas viajaba un día después que yo. Entonces decidí cambiar la fecha de mi pasaje para poder viajar junto con él. Resulta que se había comprado toda la primera clase y era imposible compartir el viaje con mi ídolo. Hasta que se abre la cortina divisoria entre las dos clases y pregunta quién había ganda Forest Hills. Así fue que me invitó a pasar el resto del viaje a su lado.
Se enorgullece al contar que al arribar el avión a Río de Janeiro, suben un montón de periodistas y la entrevistan junto al reconocidísimo tenista, lo que le cambiaría su vida para siempre. A partir de ese momento empezó a viajar continuamente y logró estar entre las 38 del mundo en Mayores. Antes, se debía ser mayor de 18 años para poder competir en Mayores, pero como Claudia había sido tres años consecutivos campeona mundial en Juniors, le otorgaron una carta blanca de invitación para poder jugar.
-¿Contra qué figuras del tenis llegaste a jugar?
-Jugué contra Chris Evert, Martina Navratilova, participé en Roland Garros, Wimbledon, Forest Hills que después del '77 se denominó Flushing Meadows y se juega en cancha de cemento en lugar de polvo de ladrillo. Siempre llegaba a las últimas instancias y me encontraba con las grandes, las primeras del ranking y era muy difícil avanzar ya que yo era mucho más chica y por supuesto con menos experiencia.
Fue emancipada a los 14 años para poder viajar ya que sus padres no la podían acompañar. Con un poco de nostalgia cuenta: “He conocido muchos lugares y mucha gente, pero he pasado varios cumpleaños y navidades sólo con la compañía de los trofeos obtenidos.”
-¿Hasta cuándo llevaste esa vida itinerante?
-Hasta que a los 26 años tuve una lesión en la pierna y fue la excusa perfecta para colgar la raqueta. Estaba muy cansada, extrañaba mucho, tenía que dejar a mis novios ya que estaba mucho tiempo afuera y ya no me resultaba divertido. El tenis es un deporte muy competitivo y muy solitario.
Dejó las canchas y formó una familia. Estuvo 14 años en pareja y tuvo dos hijos, Giuliano de 12 y Gina de 10 quien la acompaña en esta charla.
-¿Cómo siguió tu vida tras esa decisión?
-Me dedicaba a dar clases a chicos con pocos recursos económicos. Un día, cursando el octavo mes de mi segundo embarazo, se acercó un grupo de chicos con capacidades diferentes, así los llamo porque nadie está exento de discapacidad. Me tocaron y besaron la panza y pensé que sería una señal de que iba a tener una nena con Sindrome de Down.
Al nacer su hija sin esa enfermedad, se sentó frente a la computadora para idear un proyecto con el objetivo de dar clases de tenis en forma gratuita a chicos con problemas mentales. Después de tres años de ofrecerlo en distintas municipalidades y ya un poco desanimada, llega a la Municipalidad de San Martín. “Tomé la guía telefónica, llamé, me atendieron y ya hace diez años que está en funcionamiento este proyecto”, comenta Casabianca conforme con este logro más personal que profesional. Y agrega: “Les agradezco a todas las autoridades que han pasado y las actuales por permitir que estos chicos puedan desarrollar sus capacidades a través del tenis”.
-En Ballester, ¿dónde les das clases?
-En el Club Las Heras (sábados 10 :00 - 12:00) y en el Sportivo Ballester (martes de 17:30 - 19:00).
Son en total aproximadamente setenta chicos, entre Sindrome de Down, hipoacúsicos, autistas, sicóticos, asmáticos, retraso leve madurativo y sordomudos.
-Un mensaje para los papás de estos niños…
-Papis y mamis: tráiganlos, les va a cambiar la vida, las clases les ayuda a coordinar la mente con el cuerpo, los estimula, los incentiva y además les sirve como terapia. Pueden hacerlo a partir de los seis años, sin límite de edad y es totalmente gratuito.
Alejandra Cinquemani - Noviembre 2004.
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