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Compromiso con la Solidaridad

Andrea, Gabriela y Matías son jóvenes que quieren un cambio respecto del asistencialismo. Persiguen objetivos desarrolladores en el Comedor Pata Pila, en el Hogar de Niños Milagros y en la Posta de Salud Barrio 9 de Julio.

Mientras Bush pergeniaba su macabro plan de invadir Irak, aquí, en nuestro Ballester, un grupo de jóvenes se dijo “no podemos evitar el desastre externo, evitemos el interno”. Se referían al hambre y la pobreza de nuestro país.

Hacia fines del 2002, Andrea, colaboradora del Centro Cultural Espacios, se presentó con Lorena, quien dirigía un comedor comunitario en su casa, en Barrio Libertador. “No importa quién sos, lo que importa es que no traigas banderas políticas o religiosas”, pedía Lorena a quienes se acercaban con intenciones de colaborar.

Así, Andrea y su grupo, hacen un gran esfuerzo para aportar una ayuda a los chicos del Comedor Pata Pila. “El nombre surgió porque debíamos meterle pata al asunto, y con una pila la pata iría más rápido”, recuerda Andrea con una sonrisa en el rostro.

-¿Qué actividades realizan en el barrio?
-Queremos que se respeten los derechos de los niños, que tengan acceso a la cultura, a actividades lúdicas, complementar su alfabetización. Aunque lo importante no tapa lo urgente, y muchas veces debemos relegar una actividad porque tienen hambre o están enfermos.

-¿Existe mucha deserción escolar?
-No, casi todos van a la escuela, al menos hasta el noveno año. Van empujados por el hambre. Acá las escuelas, en vez de cartel de Escuela, tienen uno de Comedor Escolar.

Una familia tipo en el barrio se conforma con Mamá, muchos hermanitos y padrastro, donde los hermanos que terminaron el Noveno no siguen el Polimodal. Por ello, en Pata Pila Andrea coordina los talleres de Alfabetización para Adolescentes y Adultos. Además, hay otros proyectos vigentes, como el Taller de Carpintería, cuyo objetivo directo es brindar la posibilidad de aprender un oficio, una conducta de trabajo.

-¿Qué es para ustedes Pata Pila?
-Esta actividad es para nosotros mucho más que la colaboración con un Comedor, es el desafío de una enseñanza en la que aprendemos y creemos. Un aprendizaje que implica involucrarnos desde adentro.

Gabriela y Matías, no sólo tienen en común sus jóvenes ventitrés años. Ambos son referentes de dos proyectos del Plan Estratégico de Acción y Desarrollo Social de la Cruz Roja Argentina.

Gabriela se acercó a la filial San Andrés para el Curso de Técnicas Básicas en Primeros Auxilios, y se quedó porque “me gustó el ambiente y me involucré en las actividades sociales y operativas de la filial”. Matías, en cambio, se acercó porque quería ayudar, como “soy guardavidas, directamente hice el Curso en Técnicas Azanzadas”.

Luego de averiguaciones y evaluaciones de dónde prestar colaboración, dos proyectos concretos vieron la luz.

El Hogar de Niños Milagros, de Billinghurst, recibe niños con HIV y otras discapacidades severas. Son derivados en custodia desde los Juzgados de Menores.

Generalmente son casos de padres “ausentes” que no pueden velar por la salud de sus hijos, ya sea por enfermedad grave de los mismos padres o por falta de recursos.

“En el Hogar hay muchas necesidades”, comenta Gabriela. Vestimenta, alimento, educación, rehabilitación, son todas cuestiones que se deben suplir con los trescientos cincuenta pesos, que la Provincia de Buenos Aires subvenciona por cada chico. Pañales, remises, atenciones especiales, como una habitación a una temperatura especial, o una mochila de oxígeno, hacen que la subvención no alcance.

Afortunadamente, el Hogar tiene padrinos y recibe donaciones.

-Gabriela, ¿cuál es el objetivo del proyecto?
-Nosotros damos una contención afectiva, por ejemplo con el evento del Día del Niño. Pero, concretamente de la investigación surgió que eran necesarios alimentos orgánicos, que son más caros que los convencionales. Por eso, el proyecto es la construcción de una Granja Orgánica de donde puedan abastecerse.

-Y para armarlo necesitan...
-Algunas donaciones. La gente para hacerlo está, pero nos faltan los elementos, como alambre tejido; 500 ladrillos; cemento, cal y arena; chapas (nuevas o usadas); y maderas de todo tipo, especialmente tirantes.

En Balcarce y 9 de Julio, de nuestra localidad, funciona el Comedor Lynch Pueyrredón, en el que a diario comen aproximadamente ciento diez chicos del Barrio 9 de Julio.

La investigación del grupo de Matías diagnosticó que, si bien existía una posta pediátrica en el comedor, rara vez el médico encargado asistía. Además, las condiciones edilicias para la atención médica no eran adecuadas. Entonces el proyecto Posta de Salud Barrio 9 de Julio persigue dar atención médica a todos los residentes del Barrio en su propio Centro de Salud.

-Matías, este es un proyecto muy ambicioso, ¿lo pensaron en etapas?
-Al principio no, pensé que lo íbamos a realizar en pocos meses. Pero la realidad nos hizo reformularlo. Ahora lo veo como anillos que se van colocando uno alrededor de otro, cada vez más grande el que se coloca.

-¿Qué incluye este primer anillo?
-Lo primero es la puesta en condiciones del sector destinado a la atención de los chicos. Ya fuimos a rasquetear y pedimos a los padres que pintaran. La instalación eléctrica existente es muy precaria y vamos a hacerla toda nueva. No todos entienden que eso es para ellos, pero de a poco van viendo que da frutos. La intención es que la gente se involucre, lo haga, se esfuerce, entonces después lo use, lo valore, lo defienda.

-¿Y el anillo número dos?
-Luego de varias charlas con los directivos del Hospital Fleming, para que el médico a cargo asista al Comedor, está previsto un relevamiento de peso y talla de los chicos. De esta forma determinaremos algunos parámetros nutricionales básicos.

-¿Necesitan algunos materiales?
-En verdad sí, son necesarios 3 tubos de 40 watts,18 mts de cablecanal, 20 mts de cable 1x1,5 mm, entre varias cosas. Pero lo que más se necesita es tiempo y ganas, antes que plata.

Gabriel Spinazzola - Noviembre 2004.


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