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El Norte También Existe

Conocida como “La Linda”, una ciudad muy activa, sin mucho que envidiarle a Buenos Aires, con paisajes en tonalidades de ocres y alturas imponentes. Ejemplos de las bellezas del norte de nuestra Argentina.

El sábado 17 de septiembre de este año, a las tres y media de la mañana emprendimos el viaje con grandes expectativas de conocer uno de los lugares más lindos de nuestro país, Salta “La Linda”

Autopista hasta Santa Fe, luego las rutas 9 y 34, en general en muy buen estado, hicieron que no fuera tan cansador el recorrido de los 1.500 km. que nos separan de esa bella provincia.

Llegamos a Tucumán (también muy linda provincia) a las cinco de la tarde, y nos instalamos para pasar la noche. Temprano en la mañana, ya descansados, salimos a conocer un poco la ciudad y los principales puntos de interés. No podía faltar la visita a la eterna Casa de Tucumán, aunque remodelada y reducida de su tamaño original, nos recordó los acontecimientos allí ocurridos que dieron rumbo a nuestra patria.

Sólo 320 km nos restaban para llegar a nuestro destino. Llegamos el domingo, después del medio día y encontramos una ciudad muy tranquila, pero durante la semana la pudimos observar muy activa sin mucho que envidiarle a Buenos Aires. En el pintoresco pueblo de Castellanos, a treinta km de la ciudad, teníamos reservada una cabañita junto a los cerros en un lugar muy apacible.

La primera salida fue durante la noche a la imperdible e inmensa feria artesanal que se realiza junto a la estación de tren y a lo largo de la calle Balcarce sólo los domingos, donde también encontramos gente que ofrece comidas y bebidas típicas. El día siguiente partimos a Cafayate, por una excelente ruta atravesamos unos cuántos pueblitos típicos del norte de nuestro país, casas bajas, techos de adobe y paja y su gente con las caras curtidas por el fuerte sol, los calores sofocantes del verano y las noches muy frías del invierno. El camino se interna en las montañas y el paisaje es realmente hermoso. Se aprecian caprichosas formaciones rocosas de figuras como “Los Monjes”, “Los Castillos”, “El Sapo”, “El Anfiteatro”, y más, referenciados con carteles al costado del camino para poder ubicarlas. Hay que aclarar que la belleza de la zona es distinta a la mañana y a la tarde, según como afecte la luz del sol. Cafayate, otro pintoresco y pequeño pueblo entre las montañas, nos recibe con viñedos de donde provienen los buenos vinos de la región. Una rareza: probamos el helado de vino (Malbec y Torrontés) y el de tuna (fruto del cactus) en una heladería de la zona. A la vuelta nos hicimos una escapada al imponente dique Cabra Corral, uno de los más grandes del país con una superficie de 115 km2.

Día de descanso de por medio, decidimos ir a Cachi, un pueblo a 157 km de Salta, no muy lejos, pero con un camino de montaña muy sinuoso, de ripio y en constante subida. A la ida nos demandó mucho ya que no se puede ir muy rápido; aunque de otra forma, no podría admirarse la belleza de las montañas. De tanto en tanto es conveniente detenerse en los miradores y observar allá abajo el camino que dejamos atrás, que como una serpiente viene bordeando las montañas. Este camino, llamado la Cuesta del Obispo, tiene su punto más elevado en el sitio denominado Piedra del Molino, tan sólo a 3.300 mts sobre el nivel del mar. Una vista panorámica inolvidable se puede observar desde este punto. Comenzamos a descender lentamente. Ya sobre el asfalto otra vez, entramos al Parque Nacional Los Cardones donde estos gigantes (en algunos casos) espinosos dominan el paisaje árido y desértico. Un poco más adelante comenzamos a ver el Nevado de Cachi (6.720 mts sobre el nivel del mar), una montaña blanca surgiendo entre las ocres elevaciones. Llegamos a Cachi y nos encontramos con un pueblo muy tranquilo, antiguo y de similar infraestructura a la de los pueblos ya visitados, característica común en el norte.

Sólo nos quedaba por conocer la ciudad de la provincia ya que no la habíamos caminado a fondo. Como decía, una ciudad con mucho movimiento, pero no con mucho ruido, una peatonal muy poblada y poco o ningún lugar para estacionar en la zona del centro. No se puede dejar de visitar la antigua Iglesia de San Francisco, que se caracteriza por sus muros terracota y su alta torre, y la Catedral, ambas realmente hermosas. Una buena vista de la ciudad desde la cumbre del Cerro San Bernardo, al que se asciende con auto o por telesférico. Un lugar que nos fascinó es el moderno Museo de Arqueología, nos sorprendió su tesoro más preciado: tres momias de niños incas encontradas en el volcán Llullaillaco en 1999, sacrificados para adorar a sus Dioses, en perfecto estado de conservación por más de 500 años.

De noche buscamos un lugar para cenar comidas típicas (empanadas, locro, humitas, tamales, etc.) y caímos en el Boliche Valderrama, muy conocido porque en él está inspirada la conocida zamba. Muy buena atención, mejor comida y buenos espectáculos caracterizan a este restaurant-peña. Lo ideal es siempre reservar lugar.

En esta época del año encontramos la provincia bastante seca y aún no muy verde, las épocas de lluvias comienzan en diciembre y encuentran su pico en febrero, por supuesto todo se reverdece pero el calor es mucho más intenso.

Quedaron lugares por conocer, pero pudimos tener buenos ejemplos de las bellezas de nuestro norte.

Leonardo Chiappe - Noviembre 2005.


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