sábado

Los Seres más Bellos

Trato de imaginar, pero no puedo. No creo que sea debido a la falta de condimentos ilustrativos de mi conciencia, sino que justamente, a la poca conciencia que gobierna o gobernaron los actos de algunos seres siniestros de nuestra historia.

Trato de imaginar, pero no puedo, cómo un grupo de empresarios explotadores, luego de tres días de huelga de un gran número de empleadas textiles neoyorquinas, decidieran incinerar a las obreras, quienes reclamaban por una reducción de la jornada laboral a la “injusta” suma de diez horas y mejoras en las condiciones laborales, como el merecido descanso dominical y la indispensable hora de lactancia.

Trato de imaginar, pero no puedo. Pero al menos ya entiendo porqué. Esa aberrante decisión sólo pudo haber sido tomada por los seres más detestables de nuestra existencia, guiados únicamente por los fríos y mezquinos números arrojados por cálculos matemático-financieros que les permitieran engrosar sus billeteras y cuentas bancarias. Esa descabellada y estúpida idea, para poner fin al reclamo, terminó por asesinar a 129 de los seres más bellos de la Tierra que, sin lugar a dudas, no merecían ese destino.

Ahora intento imaginar otra cosa, pero tampoco puedo. En esta oportunidad porque afortunadamente no viví de cerca ninguna situación semejante. Sin embargo, quién no se ha quemado con alguna brasa preparando algún asado, quién no ha sentido el vapor librado por la pava para el mate, quién no recibió alguna vez esa gotita de aceite expulsada por las papas crudas puestas a freír. Claro está, la distancia existente desde estas pequeñas sensaciones comparadas con el sufrimiento y agonía que se vivieron en la incandescente y bloqueada fábrica Sirtwood Cotton, es inimaginable.

Desearía poseer un sinnúmero de recursos ilustrativos en mi escritura, para poder describir los acontecimientos de ese fatídico 8 de marzo de 1908. Para mostrar el horror, la incoherencia, para forzarnos a no olvidar.

Aún así, sin recursos literarios digo, deseo aventurarme al mundo de las Palabras, para que en este humilde espacio, se reivindique la igualdad de condiciones sociales y laborales de todas las personas de nuestra humanidad. Para que en este humilde espacio, la frase igual remuneración, igual tarea, no sea sólo repetida en los claustros universitarios, sino que tenga la fuerza y vigencia que otorga la realidad.

Felicito a todas las mujeres y hombres de nuestra sociedad que viven y se desviven para hacer de nuestro mundo, un lugar digno para vivir.


Marzo 2005.

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