Alberto Cambas Sabaté, aplica el swing del jazz a sus novelas y cuentos, dotándolos de un ritmo literario particular. Su rigor histórico y sagacidad como escritor, le han valido para lograr premios.
No todos los hombres disfrutan de la dicha de sentirse felices, ni a los sesenta y cinco años, ni a ninguna edad. Un milagro, un sueño, un guiño de la suerte nos pueden arrimar a ese ideal. Alberto Cambas Sabaté cumplió sesenta y cinco años el pasado diecisiete de agosto y hoy día se siente feliz.
Alberto tuvo la suerte, según cuenta en un bullicioso café de Caseros, de ser hijo de un padre escritor que lograra hasta alguna publicación en Rusia. Su cuna, literalmente, estaba rodeada de libros. “Mi habitación era la biblioteca de la casa”, justificando el porqué de su ligación con los libros. Una influencia innegable.
Bajo siete candados tiene guardado un secreto: sus escritos de cuando tenía veinte años. “Son tan malos que me dan vergüenza”, confiesa, sabiendo que para ser un escritor hoy, tuvo que haber comenzado a llenar páginas alguna vez. Pero para ser escritor, no sólo hay que escribir, también se debe leer mucho. “Siempre leo algo, y releo, de todos aprendo algo”, desliza para nombrar de quienes se nutre: el chileno Roberto Bolaños, el italiano Umberto Eco, el premio Nobel Gabriel García Márquez y el mexicano Carlos Fuentes. Influencias necesarias.
La música lo había atrapado en los albores de su adolescencia. Trece años tenía cuando Louis Armstrong llenó de música el Teatro Ópera. Cambas Sabaté se adentró en jazz por pasión y quizá algo de sin sabor sienta por no haberle dedicado a la trompeta el tiempo que hubiere correspondido para ser un gran músico. De todos modos, la música le dio muchas satisfacciones: amigos, noches y viajes. Dirá luego, cuando la máquina de café tape por completo el audio, que la música le ayudó a escribir. La palabra es música, y su swing se hace eco en sus textos, regalándose así, la magia del ritmo literario. Más influencia sobre el escritor.
El gran empujón al mundo de las palabras se lo dio un mal momento de su vida, alimento para que vuele su expresión, su contar, su decir. Quien hace arte, lo hace por necesidad. Un tiempo y espacio que nos afecta, y esto se refleja en nuestra obra.
Descansa el molinillo de café unos instantes, momento propicio para escucharlo: "Un día di con Elías Castelnuovo. Lo visité en su casa de Liniers, esa casitas todas iguales de la época. Yo tenía veinte años. Él había vuelto de Rusia. Una militancia fervorosa, la bandera del Partido Comunista grande como una pared. Le llevé mis cuentos. Me corrigió alguna que otra cosa, y me regaló una mentira blanca: Yo a su edad no escribía como usted. Pero el consejo vendría: Retome estos cuentos cuando cumpla treinta y cinco; y alguna mujer le haya sido infiel, y le hayan pasado varias cosas". Castelnuovo se refería a la experiencia, a la necesidad.
Sabaté ha sido reconocido en nuestro medio local en varias oportunidades. Su cuento El Remolino fue Primer Premio en la Municipalidad de Tres de Febrero en 2006. Gualeguaychú, Entre Ríos, le premió su cuento Sable, Carabina y Sable; y su novela El Caballero Racional fue distinguida con la Primera Mención en el Primer Certamen Nacional de Novela. Sin embargo, la publicación de la misma se editó con el auspicio de la Oficina Municipal de Letras de la municipalidad de su ciudad natal: Caseros.
En España fue merecedor del accésit del Primer Premio en Villa Joyosa, Alicante y finalista en el último certamen Hucha de Oro 2007 de Madrid. Recientemente, lo han invitado desde Puebla, México para integrar un antología de cuentos latinoamericanos. Su última novela El Río Voraz le valió el Primer Premio Ínsula del Ebro, razón por la cual estuvo de visita en tierras españolas. “Me han premiado por una novela musical” se jacta el autor. En verdad, hace referencia a aquella cuestión del ritmo literario, con la adición del candombe de los negros sudamericanos de la época de mil ochocientos veinte. Ambientada en el Río de la Plata, Elisa Brown, hija del conocido almirante andará su camino hasta encontrar su destino. “Este galardón me anima a ir por más”, comenta autoexigente.
“Para escribir El Caballero Racional junté muchísimo material sobre el General San Martín”, cuenta Alberto. Sin dudas, el rigor histórico es una pieza fundamental en su obra. Probablemente, la novela sea publicada en España bajo el título de Caballos Rojos, en alusión a una de los sueños del libertador. Esta puerta se abrió a partir de su premio con El Río Voraz.
Un premio para el alma se constituye con las composiciones que alumnos de sexto grado escribieron a partir de algún capítulo de su novela sobre San Martín. “Pedí que me dieran una copia de las composiciones al momento que preguntaba quién era yo para que esos chicos escribieran algo con base en mi novela”, comenta con asombro Sabaté. Una pregunta que lo embarga de responsabilidad. Él se exigirá hacer algo mejor de lo hecho. Aquélla misma pregunta afloró en Europa minutos antes de recibir el premio y hablar ante ciento cincuenta personas.
Cambas Sabaté reflexiona: “Si todo terminase hoy, con el último sorbo de café, si lo que viví se resumiera aquí, dejando todo atrás, creería que estaría bien, porque me siento feliz”. Se siente la Cenicienta del Ebro.
Gabriel Spinazzola - Septiembre 2008
gabriel_spinazzola@hotmail.com
No todos los hombres disfrutan de la dicha de sentirse felices, ni a los sesenta y cinco años, ni a ninguna edad. Un milagro, un sueño, un guiño de la suerte nos pueden arrimar a ese ideal. Alberto Cambas Sabaté cumplió sesenta y cinco años el pasado diecisiete de agosto y hoy día se siente feliz.
Alberto tuvo la suerte, según cuenta en un bullicioso café de Caseros, de ser hijo de un padre escritor que lograra hasta alguna publicación en Rusia. Su cuna, literalmente, estaba rodeada de libros. “Mi habitación era la biblioteca de la casa”, justificando el porqué de su ligación con los libros. Una influencia innegable.
Bajo siete candados tiene guardado un secreto: sus escritos de cuando tenía veinte años. “Son tan malos que me dan vergüenza”, confiesa, sabiendo que para ser un escritor hoy, tuvo que haber comenzado a llenar páginas alguna vez. Pero para ser escritor, no sólo hay que escribir, también se debe leer mucho. “Siempre leo algo, y releo, de todos aprendo algo”, desliza para nombrar de quienes se nutre: el chileno Roberto Bolaños, el italiano Umberto Eco, el premio Nobel Gabriel García Márquez y el mexicano Carlos Fuentes. Influencias necesarias.
La música lo había atrapado en los albores de su adolescencia. Trece años tenía cuando Louis Armstrong llenó de música el Teatro Ópera. Cambas Sabaté se adentró en jazz por pasión y quizá algo de sin sabor sienta por no haberle dedicado a la trompeta el tiempo que hubiere correspondido para ser un gran músico. De todos modos, la música le dio muchas satisfacciones: amigos, noches y viajes. Dirá luego, cuando la máquina de café tape por completo el audio, que la música le ayudó a escribir. La palabra es música, y su swing se hace eco en sus textos, regalándose así, la magia del ritmo literario. Más influencia sobre el escritor.
El gran empujón al mundo de las palabras se lo dio un mal momento de su vida, alimento para que vuele su expresión, su contar, su decir. Quien hace arte, lo hace por necesidad. Un tiempo y espacio que nos afecta, y esto se refleja en nuestra obra.
Descansa el molinillo de café unos instantes, momento propicio para escucharlo: "Un día di con Elías Castelnuovo. Lo visité en su casa de Liniers, esa casitas todas iguales de la época. Yo tenía veinte años. Él había vuelto de Rusia. Una militancia fervorosa, la bandera del Partido Comunista grande como una pared. Le llevé mis cuentos. Me corrigió alguna que otra cosa, y me regaló una mentira blanca: Yo a su edad no escribía como usted. Pero el consejo vendría: Retome estos cuentos cuando cumpla treinta y cinco; y alguna mujer le haya sido infiel, y le hayan pasado varias cosas". Castelnuovo se refería a la experiencia, a la necesidad.
Sabaté ha sido reconocido en nuestro medio local en varias oportunidades. Su cuento El Remolino fue Primer Premio en la Municipalidad de Tres de Febrero en 2006. Gualeguaychú, Entre Ríos, le premió su cuento Sable, Carabina y Sable; y su novela El Caballero Racional fue distinguida con la Primera Mención en el Primer Certamen Nacional de Novela. Sin embargo, la publicación de la misma se editó con el auspicio de la Oficina Municipal de Letras de la municipalidad de su ciudad natal: Caseros.
En España fue merecedor del accésit del Primer Premio en Villa Joyosa, Alicante y finalista en el último certamen Hucha de Oro 2007 de Madrid. Recientemente, lo han invitado desde Puebla, México para integrar un antología de cuentos latinoamericanos. Su última novela El Río Voraz le valió el Primer Premio Ínsula del Ebro, razón por la cual estuvo de visita en tierras españolas. “Me han premiado por una novela musical” se jacta el autor. En verdad, hace referencia a aquella cuestión del ritmo literario, con la adición del candombe de los negros sudamericanos de la época de mil ochocientos veinte. Ambientada en el Río de la Plata, Elisa Brown, hija del conocido almirante andará su camino hasta encontrar su destino. “Este galardón me anima a ir por más”, comenta autoexigente.
“Para escribir El Caballero Racional junté muchísimo material sobre el General San Martín”, cuenta Alberto. Sin dudas, el rigor histórico es una pieza fundamental en su obra. Probablemente, la novela sea publicada en España bajo el título de Caballos Rojos, en alusión a una de los sueños del libertador. Esta puerta se abrió a partir de su premio con El Río Voraz.
Un premio para el alma se constituye con las composiciones que alumnos de sexto grado escribieron a partir de algún capítulo de su novela sobre San Martín. “Pedí que me dieran una copia de las composiciones al momento que preguntaba quién era yo para que esos chicos escribieran algo con base en mi novela”, comenta con asombro Sabaté. Una pregunta que lo embarga de responsabilidad. Él se exigirá hacer algo mejor de lo hecho. Aquélla misma pregunta afloró en Europa minutos antes de recibir el premio y hablar ante ciento cincuenta personas.
Cambas Sabaté reflexiona: “Si todo terminase hoy, con el último sorbo de café, si lo que viví se resumiera aquí, dejando todo atrás, creería que estaría bien, porque me siento feliz”. Se siente la Cenicienta del Ebro.
Gabriel Spinazzola - Septiembre 2008
gabriel_spinazzola@hotmail.com
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1 comentario:
Gracias por rescatar a este personaje argento. Sus novelas y cuentos suelen tener, a veces, relatos de experiencias propias. Modestamente creo, lo mejor que tiene es la trasmision clara, sin palabras grandilocuentes ni clasicos academicismos, es un creador nato. Alberto es un GRANDE ninguneado por los "eruditos literatos", creo yo, sufre el mismo ninguneo que soportaron tipos como Soriano y el propio Fontanarrosa literariamente hablando.
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